condeno el doble rasero y la picardía del contrabando de la reelección camuflada que le colgaron a la aprobación de la bicameralidad. Al mismo tiempo abrigo la esperanza que la ciudadanía sepa votar
A partir del siguiente periodo constitucional, a iniciarse el 28 de julio del 2026 -si los contubernios que manejan al actual Congreso no fallan- tendremos Congreso Bicameral, con 130 diputados (cámara baja) y 60 senadores (cámara alta). Así determinó la “lección” de falta de ética pública que nos dieron los “padres de la patria”, al ratificar por 91 votos a favor,14 en contra y 1 abstención, el dictamen elaborado por la Comisión de Constitución, aprobado en primera votación el 16 de noviembre del año pasado. Sí, lección de falta de ética al “colgar” en la bicameralidad el “contrabando” que restablece la reelección inmediata.
De acuerdo a la evaluación de la marcha y resultados del congreso unicameral que viene desde 1993, sobre todo desde el 2016 a la fecha, son muy pocos los entendidos en materia política, gobernabilidad, institucionalidad y calidad de la democracia dentro de un esquema de valores, que discuten la importancia y la necesidad de retornar al sistema bicameral para mejorar la calidad de la producción legislativa, lograr estabilidad política, ampliar las visiones locales y nacionales de los problemas del país e introducir la reflexión serena ante el vigor que muestra el debate político propio de una cámara baja (diputados).
El asunto es que el tema está zanjado y, la preocupación y aspiraciones ciudadanas ante la vuelta de la cámara alta, de seguro, están cifradas en la mejora de la calidad integral de nuestra democracia parlamentaria, también expresión de la representación política del país, aunque es obvio que esa preocupación y aspiración, poco o nada han pesado para la votación del miércoles pasado, pues es evidente que primó su posibilidad de retorno introduciendo en la ley el contrabando de la reelección parlamentaria camuflada en la diputación o senaduría, como si la ciudadanía no se diese cuenta de la desleal “jugada”.
EL restablecimiento de la bicameralidad se planteó desde el 2000 y en varias legislaturas congresales, incluidas las de mi partido AP. La muralla de oposición dura era la del fujimorismo y de quienes usaban la unicameralidad para el cabildeo, manejando instrumentos como el abuso de la exoneración de la doble votación, entre otros, expresados en leyes que lograban a espaldas del interés de la población, por lo que el cambio de su postura histórica a favor de la unicameralidad, aduciendo ponernos a la altura de los cambios y la evolución que requiere nuestro país, es sospechosa o por lo menos santificadora de la reelección camuflada.
Particularmente, estoy de acuerdo con la bicameralidad, condené su eliminación como lo hice cuando se eliminó, por ejemplo, el Instituto Nacional de Planificación (INP) que tanta falta nos hace. Ahora, condeno el doble rasero y la picardía del contrabando de la reelección camuflada que le colgaron a la aprobación de la bicameralidad. Al mismo tiempo abrigo la esperanza que la ciudadanía sepa votar y soy consciente de la necesidad y demanda a los partidos políticos para que perfeccionen su democracia interna a fin de mejorar la calidad de sus candidaturas a cargos de elección popular, evitando la participación de los causantes del desprestigio del parlamentarismo peruano, como nunca antes en nuestra historia.
Es condenable la falta de valentía, para haber legislado, juntamente con el retorno del Senado, sobre el número de parlamentarios que estén en razonable función de nuestra población que fácilmente debe pasar los 34 millones de habitantes, pues en la actualidad cada congresista tiene la responsabilidad, por lo menos en teoría, de atender a 220 mil ciudadanos aproximadamente, 130 son insuficientes para atender y asumir las competencias con calidad. más si tienen el nivel de los actuales.
Finalmente, en mínimo acto de pudor, el actual Congreso debe proceder de inmediato a eliminar la llamada “semana de representación” demostradamente innecesaria o fracasada, de gasto elevado para el turismo y el márquetin del que gozan los congresistas, pues aprobada la reelección parlamentaria inmediata, esta gollería se convierte en un factor de ventaja para los candidatos reeleccionistas, en función a los que no están en el Congreso. Claro, es motivo de normar para que no haya ventajas de las que seguramente gozarán los congresistas del 5% de aprobación y con mochilas de carpetas fiscales en su haber.