Nadie, con dos dedos de frente y el mínimo sentido común, admite las explicaciones de la presidente Dina Boluarte respecto a los Rolex, joyas y cuentas bancarias. Resulta inútil buscar un hilo razonable a una argumentación tan pobre, contradictoria y cínica. Argumentación que tiene el mismo cuerpo que las de Martín Vizcarra y Pedro Castillo,los últimos dos exponentes de la cara dura, para justificar sus pillerías. Dina es Unique (“única”) pero en la desfachatez.
No me canso de repetir, junto a Somerset Maugham: “en tiempos de hipocresía cualquier sinceridad parece cinismo”. Aunque Boluarte – ya derrotada en los campos social y político, reducida a una credibilidad liliputiense – sea alguna vez sincera, nunca trascenderá la imagen del descaro.
Sin embargo, Boluarte ha logrado encapsular sus líos en la esfera judicial donde resulta probable que esfuerce la tesis del “préstamo” (no dádiva) de su amigo, el gobernador de Ayacucho Wilfredo Oscorima, y debilite la imputación de cohecho por la rica asignación presupuestal dispuesta por el ejecutivo a favor de esa región. Por lo menos, podría garantizarse un largo proceso a la espera de las calendas griegas. Por lo tanto, llegar con respiro artificial hasta julio 2026 bajo la vista gorda de la mayoría parlamentaria (su aliada en el ánimo de la supervivencia), es factible.
Con fundamentos sólidos, hay quienes sostienen que esta nueva crisis podría afectar toda pretensión de atraer inversiones y apuestas concretas hacia proyectos desarrollo. Cierto es que el drama estructural del Perú lo representa la delicuescencia de sus instituciones y el creciente imperio de la informalidad e ilegalidad, agravados por las inconductas de los políticos. Cualquiera que lea así nuestro escenario, buscaría otros mercados ipso facto.
Pero la última encuesta de expectativas macroecómicas empresariales del Banco Central de Reserva nos ofrece un cuadro distinto. Cabe anotar que fue realizada en la segunda quincena de marzo, posiblemente antes que cobre viada el affaire Rolex. Aun así sorprenden sus resultados.
Consultados sobre el panorama de los próximos tres meses, los agentes económicos responden positivamente a 14 de 18 indicadores propuestos por el BCR. Precisamente, destaca el optimismo en la inversión a corto plazo, ventas y mejor producción. Para este mismo lapso, las expectativas han pasado de 47 a 51 puntos. Para el mediano plazo (un año) bajamos el entusiasmo.
Ensayo dos hipótesis. Una, que el efecto rebote de una economía en recesión hasta el pasado año influyó en el ánimo empresarial más allá de lo previsto, como lo demuestran las cifras del primer trimestre. Y dos, que hay una riesgosa visión en torno a la perdurabilidad de Boluarte y del sistema atípico que la sostiene. A lo mejor algunos empresarios han vuelto a creer el disparate de las cuerdas separadas entre política y economía.
Como sea, la paradoja de una de las más graves crisis de la administración Boluarte junto a la confianza empresarial, dibuja un cuadro increíble, indescifrable y cortoplacista. Dios nos coja confesados y sin Rolex alguno en la muñeca de mano.