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ESTADO DESIQUILIBRADO

Escribe: Aldo Lorenzzi Bolaños

 

Más que refundar las instituciones del país, necesitamos invertir en educación, salud y cubrir los servicios básicos de toda la población.

 

Después de presenciar cómo el Poder Ejecutivo y Legislativo del Estado se han visto mancillados como instituciones antidemocráticas, debemos llegar a la conclusión de que tenemos una crisis de representación política. Esta crisis no es nueva, pero en el último quinquenio se ha visto la parte más clara y preocupante.
Los poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial atraviesan una profunda crisis institucional, generando un desequilibrio y una precariedad sin precedentes. Desde allanamientos a instituciones emblemáticas como la Presidencia de la República, hasta la denigración moral y ética en el poder legislativo, y una administración de justicia escasa y desproporcionada, todo parece estar de cabeza.
Esta situación ha provocado una descomposición profunda en nuestra sociedad, que tiene pinta de irreversible. Sin embargo, las reformas que necesitamos como país van más allá de convocar asambleas constituyentes o elecciones anticipadas ante actos de corrupción. Estas medidas generan mayor inestabilidad y ahuyentan las inversiones.
Entre algunas propuestas para salir del caos en el que estamos envueltos, necesitamos reducir el tamaño del Estado, ya que la burocracia peruana tiende a «extraer» en lugar de «incluir», lo que limita las oportunidades para mejorar las condiciones de vida de los peruanos. Al hablar de «incluir», no me refiero al concepto socialista, sino a permitir que aquellos con menos oportunidades se integren a una clase productiva y mejoren sus condiciones de vida por sí mismos.
Sin embargo, mientras tengamos poderes desequilibrados, estaremos sometidos a la precariedad institucional, la pobreza estructural y correremos el riesgo de convertirnos en una «república bananera» en toda su extensión del significado. Por lo tanto, los principales protagonistas de la República tienen la responsabilidad de sacar al país adelante.
Más que refundar las instituciones del país, necesitamos invertir en educación, salud y cubrir los servicios básicos de toda la población. Además, debemos promover el crecimiento de la clase media para mejorar como nación. Estos cambios no vendrán de una nueva constitución o una reforma de las instituciones del Estado, sino de la voluntad de los gobernantes y las autoridades, lo que comúnmente se conoce como «voluntad política».
Por lo tanto, equilibremos los poderes mediante el fomento de la inclusión de los más pobres en el mercado laboral y en la mejora de sus condiciones de vida, no solo con bonos, sino con oportunidades a través de la educación. Solo así, en algún momento, dejaremos de tener un estado desequilibrado.

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