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LA ECONOMÍA VUELVE A CRECER, PERO NO ES SUFICIENTE PARA REDUCIR LA POBREZA

La apuesta por mantener la precaria estabilidad hasta las elecciones nacionales del 2026 y evitar un traumático adelanto electoral comienza a mostrar algunos resultados: En febrero la economía creció 2.85% con respecto al mismo mes del año pasado, según informó el Instituto Nacional de Estadística (INEI). Igualmente, en los dos primeros meses del año se acumuló un crecimiento del 2.10%. Y según el INEI, en el primer trimestre del 2024 la población formal ocupada en Lima aumentó en 4.6% (alrededor de 235,300 personas).

Crecer sobre el 3.5% del PBI para absorber nueva demanda de empleo

Es evidente, pues, que la economía comienza a reactivarse en medio de la precaria estabilidad establecida por el Ejecutivo y el Legislativo y, no obstante los escándalos que afectan la credibilidad de las instituciones republicanas. La economía se expande, entonces, pese a que el Gobierno y el Congreso suman las desaprobaciones más altas de la historia reciente.
Sin embargo, vale poner los puntos sobre las íes con respecto al actual crecimiento. Con tasas de expansión de la economía por debajo del 3% del PBI es imposible reducir el cerca de 30% de pobreza que afecta a la sociedad. ¿Por qué? El Perú sigue teniendo un bono demográfico de población joven que determina que, anualmente, se incorporen alrededor de 360,000 nuevos trabajadores a la economía. En este contexto, el crecimiento de un punto del PBI genera alrededor de 90,000 nuevos empleos.
Es evidente, pues, que solo para mantener la pobreza en el estado actual y evitar que este flagelo social aumente se requiere crecer entre 3.5% y 4% del PBI. De lo contrario, el estancamiento mantendrá la pobreza y, tarde o temprano, la impaciencia de la gente llevará a cuestionar el modelo de crecimiento en base a la inversión privada y la desregulación de mercados y precios.
Sin embargo, ¿por qué el Perú ha entrado a una etapa de bajo crecimiento e incluso de tendencias recesivas tal como sucedió en el 2023? La respuesta es directa: el país se ha negado a desarrollar una ola de reformas para incrementar la productividad del aparato productivo y, por otro lado, la permanente crisis política ha desalentado nuevas inversiones en la economía nacional.
Por ejemplo, en vez de avanzar a organizar un Estado pequeño, eficiente, con capacidad de proveer servicios, el Estado peruano se ha burocratizado, se ha sobrerregulado bajo la influencia de las narrativas progresistas, y ha terminado convirtiéndose en enemigo de la inversión privada. Si el Perú tiene una cartera de inversiones mineras de más de US$ 53,000 millones, no existe ninguna razón para crecer a tasas de menos del 3% del PBI.
Pero el Perú no solo se ha burocratizado deteniendo las inversiones que reducen la pobreza, sino que el Estado se ha convertido en la principal fuente de informalidad. El régimen tributario y el modelo laboral desalientan la formalización de las pymes que representan el 80% de la estructura productiva y laboral del país. El país necesita un sistema tributario simplificado, con reducción de tasas de impuestos e, igualmente, requiere establecer la plena flexibilidad laboral en los contratos de trabajo y abandonar el régimen laboral socialista que declara derechos y consagra la estabilidad laboral al margen de la productividad de las empresas y solo genera informalidad.
Igualmente, vale señalar que el crecimiento de la economía requiere un capital social diferente, es decir, un sistema educativo y otro de salud que desarrolle una fuerza laboral innovadora, capaz de competir con la globalización tecnológica planetaria. De la misma manera necesitamos resolver el problema de las infraestructuras nacionales para conectar mercados nacionales y mundiales y multiplicar el valor de la producción e innovación.
El crecimiento potencial del país apenas se ubica en el 3% del PBI. Con las reformas arriba señaladas y con estabilidad política, el Perú tendría posibilidades de crecer sobre el 6% y en menos de dos décadas arañar la posibilidad de llegar al umbral de desarrollo. Los políticos y los partidos de buena voluntad necesitan sintonizar con estas perspectivas. No hay otra.
TOMADO DE: EL MONTONERO

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