(El Montonero).- El colapso del modelo de sustitución de importaciones en Bolivia –que se expresa en la falta de dólares, en el agotamiento de las reservas internacionales e incluso la escasez de combustible– deja sin programa económico a los países del eje bolivariano. Como todos sabemos, luego de la devastación y el empobrecimiento del 90% de la sociedad que causó el chavismo en Venezuela –el país con mayores reservas probadas de petróleo en el planeta– la izquierda latinoamericana solía señalar que el pasado crecimiento sobre el 4% del Bolivia era el modelo a seguir.
El país debe tener una política de fronteras cerradas y alentar la migración productiva
Sin embargo, todo era el espejismo pasajero que crea el populismo. La supuesta bonanza de Bolivia se presentó luego de la nacionalización del gas en el 2006 que le permitió al Estado apropiarse del 85% de la producción de gas. En ese contexto, el país del altiplano exportó el gas a Brasil y Argentina generando los dólares que posibilitaron invertir en la masificación del gas para las familias bolivianas. Todo era felicidad y buenas noticias. Sin embargo, las empresas privadas que seguían produciendo el gas dejaron de invertir en nuevas exploraciones, y en la actualidad las reservas de gas prácticamente están agotadas. Y hacia el 2028 y 2029 se prevé el fin de cualquier exportación de reservas probadas.
En este contexto, en Bolivia se acaban los dólares y es evidente que no hay recursos para nuevas exploraciones, mientras el boliviano –la moneda nacional– comienza a devaluarse de manera sistemática. Con un déficit fiscal de alrededor del 10% del PBI, una deuda pública de más del 80% del PBI y un gasto público de alrededor del 40% del PBI, la economía de Bolivia es inmanejable a menos que se produzca un ajuste económico drástico. Sin embargo, las estrategias políticas electorales del presidente Luis Arce y Evo Morales convierten en inviable cualquier posibilidad de reforma fiscal.
De allí que lo más probable es que Bolivia emprenda el camino venezolano, en el que aumentaron los pobres mientras se multiplicaban las estrategias de control y clientela social desde el Estado. Si la economía se derrumba, el sector privado desaparece y los mercados colapsan, el papel del Estado en el clientelaje y las dádivas se multiplica, fortaleciendo el control de los autócratas y las oligarquías en el poder. Es lo que ha sucedido en Venezuela. La destrucción de la economía fue una de las condiciones de la consolidación de la dictadura chavista.
La destrucción de la economía inevitablemente desatará una oleada migratoria desde Bolivia que presionará directamente en la frontera del sur del Perú, tal como sucedió con las olas migratorias de venezolanos en el norte del país. Ante esa posibilidad el Estado peruano debe cerrar sus fronteras para fomentar la migración productiva y formal evitando los graves yerros cometidos en la ola migratoria de los hermanos venezolanos.
Finalmente, vale entender que una política de fronteras cerradas y el aliento a una migración responsable es parte sustancial de cualquier estrategia de seguridad nacional en el Perú. La migración indiscriminada no solo aumenta la informalidad y la pobreza de los informales y pobres que padecen en el Perú, sino que envía bandas criminales, pistoleros y saboteadores de la democracia, tal como acaeció con una pequeña parte de la migración llanera en el país.
El colapso del modelo de sustitución de importaciones en Bolivia y los errores cometidos en las políticas migratorias obliga al Perú a cerrar fronteras y a preservar la libertad económica como la mejor estrategia de seguridad nacional y defensa del modelo de crecimiento en base a la inversión privada.