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OPINIÓN/ Falta de alternativa de la centro derecha también afecta la gobernabilidad

(El Montonero).- A estas alturas es evidente que el desborde de la ola criminal y la falta de una política de Estado para enfrentar el avance del delito se han convertido en la punta del iceberg de una eventual crisis de gobernabilidad en el país. En el Ejecutivo hay poco reflejo político para encontrar salidas a la situación, y de allí la necesidad de pensar en un nuevo gabinete de personalidades de amplia convocatoria, personalidades que también deberían comprometerse a no postular en las próximas elecciones.



Luego del fallido golpe de Castillo y las olas de violencia insurreccional

En cualquier caso, la presencia de ciudadanía o masas en las calles, incluidos los transportistas, reclamando una política de Estado para enfrentar la ola criminal es la notificación de una posible crisis de gobernabilidad en desarrollo. Es evidente que todos los peruanos de buena voluntad apuestan a mantener la institucionalidad, sin salidas excepcionales, hacia las elecciones del 2026 y el cambio de mando. Sin embargo, se necesita más reflejo y reacción en el Ejecutivo.

No obstante, la crisis de gobernabilidad que se puede desatar también es responsabilidad de la falta de una alternativa electoral de la centro derecha, una alternativa, una imagen, que llenaría el vacío de poder y la falta de autoridad que se percibe al primer golpe de vista.

¿Por qué la responsabilidad de la centro derecha? Luego de la devastación que desató el gobierno de Pedro Castillo, después del golpe fallido y las olas de violencia que pretendieron quebrar el Estado de derecho, la mayoría de la sociedad identificó “el inicio de la pendiente hacia abajo” con los estropicios causados por Castillo, más allá de que la pendiente se estuviese inclinando hacia abajo desde una década atrás. En ese contexto, casi como reacción física debió surgir una alternativa de la centro derecha.

Sin embargo, la balcanización de los partidos, la fragmentación de las propuestas y la falta de identidades ideológicas determinaron que la centro derecha se volviera una fuerza inocua. La ofensiva progresista para adelantar las elecciones y mantener cuotas de poder institucional –como si el sistema democrático fuese una federación universitaria– determinó que la centro derecha desde el Legislativo apostará por mantener la estabilidad institucional y, de una u otra manera, el desgaste del Ejecutivo también puede erosionar las posibilidades política de este sector.

No obstante, vale insistir que la idea de que no hay nada nuevo bajo el sol en los predios de la centro derecha contribuye al clima de desorganización de la actualidad. En Chile, por ejemplo, luego de que la mayoría de los chilenos rechazara los dos proyectos constitucionales y decidiera mantener su constitución histórica, y después del fracaso del gobierno de Gabriel Boric, la institucionalidad se mantiene, pero los tres candidatos con mayor intención de voto provienen de la derecha.

En el Perú la institucionalidad también se mantiene, pero los yerros acumulados del gobierno de Boluarte pueden terminar afectando a las fuerzas de la centro derecha por la ausencia de una alternativa electoral, y por la falta de una estrategia integral de oposición y respaldo a la institucionalidad. No obstante, vale precisar que nada está dicho. El descomunal fracaso de todas las izquierdas –incluida la progresista– con el gobierno de Castillo, ha reducido el margen de maniobra de la izquierda y ha ampliado significativamente las posibilidades de todas las derechas.

Vale entender que si en la actual institucionalidad –que sobrevive más de dos décadas y tramita cinco elecciones nacionales, no obstante el golpe de Estado de Martín Vizcarra contra el Legislativo y el golpe de masas contra el gobierno constitucional de Manuel Merino– se logra sortear esta grave crisis, de una u otra manera se habrá superado una de las mayores pruebas a las que se suele someter a un régimen republicano. Y generalmente, cuando la institucionalidad sobrevive a este tipo de experiencias se enraíza en la sociedad y se convierten en democracias longevas, consolidadas.

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