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ADIÓS A LOS ANTIS

Escribe:  Elmer Barrio de Mendoza

 

Ojalá que la muerte nos traiga vida. Que abandonemos los antis porque así no construimos Nación. Debimos comenzar a hacerlo con la trágica muerte de Alan García. Debemos hacerlo ahora con la muerte de Alberto Fujimori. Dejemos solos a los perseguidores de cadáveres

 

El 11 de septiembre falleció Alberto Fujimori y su muerte provocó más respeto que polarización. Es el reconocimiento del derecho al duelo.

Desde tiempos inmemoriales, los más encarnizados enemigos practicaban la tregua para rendir homenaje a los muertos. Los pocos que no respetaban esa práctica eran vilipendiados y estaban sujetos al aislamiento social o al ostracismo.

Fujimori fue lo que fue, nada es blanco o negro, un personaje de claroscuros en un decenio complejo.

Fue el presidente que detuvo la hiperinflación y estableció la disciplina fiscal y monetaria. Y también fue el presidente que dijo expresamente que no haría el shock que proponía su adversario electoral y que sin embargo lo hizo, prácticamente sin anestesia, perjudicando al tejido de la mediana, pequeña y microempresa: quiebras y desempleo.

Fue el presidente que tomó al terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA por las astas y lo derrotó militarmente. Y también fue el presidente que permitió la violación regular de derechos humanos para el efecto.

Fue el presidente de logró establecer los límites definitivos con Ecuador. Y también fue el presidente que previamente permitió que nuestras fronteras fueran vulneradas por tropas ecuatorianas. Felizmente la respuesta de nuestra Fuerza Armada permitió restaurar las condiciones de paz.

Fue el presidente que inició el proceso de ruptura institucional que perdura hasta hoy. Y fue el presidente que propició la modernización y estabilidad de la gestión monetaria y tributaria del país.

El saldo lo establece cada uno. Fujimori fue juzgado y condenado (luego indultado tras 17 años) junto a 78 altos funcionarios de su gobierno. Esa magnitud de la sanción penal a un gobierno es inédita en nuestra historia.

Respetemos el duelo de decenas de miles de peruanos que hemos visto desfilar ante el cadáver de Alberto Fujimori, peruanos que lo valoran positivamente.

Discutamos luego, no hoy, cómo se registra el rol de Fujimori en la historia.

El impacto de una muerte

Cualquiera que tenga 60 años o más (ahora somos bastantes) recordará el multitudinario entierro de Juan Velasco Alvarado, toda la Plaza de Armas estaba llena; cualquiera que tenga más de 20 (muchos más aun) recordará la masiva despedida a Alan García Pérez. No obstante, muy poco de ello se tradujo en un gran capital político incremental.

No tenemos que suponer que los ritos mortuorios de Fujimori, por apabullantes que fueran, provocarán un salto cuantitativo en el voto por el fujimorismo. Quizá sea así, pero más probable es que no.

Los que se desgañitan afrentando los restos de Fujimori y menoscabando el dolor de los suyos en la hora temprana de su partida tampoco conseguirán nada alojándose en el vituperio y en la diatriba.

Respeto al duelo. Silencio si no lo compartes. A partir del lunes tratemos de hacer serena síntesis.

Los peruanos, para ser nación a largo plazo, necesitamos unos pocos objetivos compartidos. Intentemos hallarlos. Para eso requerimos escucharnos sin descalificaciones, sin cancelaciones.

Ojalá que la muerte nos traiga vida. Que abandonemos los antis porque así no construimos Nación. Debimos comenzar a hacerlo con la trágica muerte de Alan García. Debemos hacerlo ahora con la muerte de Alberto Fujimori. Dejemos solos a los perseguidores de cadáveres y discutamos, fieramente si así lo necesita alguien, pero tengamos presente que la mayoría de nosotros desea construir una Nación.

¡Adiós a los Antis! Quizá estemos todavía a tiempo.

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