Castillo, ya lo sabe todo el país, no es otra cosa que un invento de la imaginación popular harta de tanto político corrupto y mentiroso como él.
El sentido del gesto es algo que una persona -llamarlo personaje sería hiperbólico- de la catadura moral de Pedro Castillo jamás podrá entender.
Desde su falsa “caída”, inducida por otro “prosor” durante la marcha magisterial que lo catapultó como dirigente hace algunos años, pasando por su gimnástica colaboración con las productoras arequipeñas en la cosecha, el “humilde campesino” y ,según todos los indicios, consumado aprendiz de las viejas artes de la corrupción, ha demostrado una y otra vez su oportunismo, ignorancia y chatura.
El video que muestra como le amarran los zapatos a este mamarracho de Presidente es casi una copia de un video similar en el que su paradigma Evo Morales hace exactamente lo mismo. Luego Morales se vio obligado a dar por televisión una explicación cantinflesca sobre el hecho (guardando las distancias con nuestro querido Mario Moreno, gran actor cómico con enorme contenido social).
El sentido del gesto en el video de “Amárrame los Zapatos” del falso rondero es visible y evidente: no se ve el pedido de un hombre agobiado por la lumbalgia sino la orden soberbia de quien cree que, por que los azares del destino y la desinformación de nuestro pueblo -amén del fraude- lo llevaron al Poder, puede hacer lo que le da la gana y mancillar la dignidad de su entorno inmediato y de los policías que lo cuidan. Ni siquiera les da las gracias.
Castillo, ya lo sabe todo el país, no es otra cosa que un invento de la imaginación popular harta de tanto político corrupto y mentiroso como él. No se inventó a si mismo y, si bien detrás de su desarrollo político ha habido, sin duda, manos expertas, tuvo un caldo de cultivo efervescente en años de frustración de sectores populares marginados, exacerbados por la pandemia que, como nunca antes, desnudó las carencias sociales de un Estado manejado por la corrupción sistémica desde hace décadas.
A quien tenemos que ajustarle las clavijas -recordando un viejo dicho- es al propio Castillo y a los mafiosos que lo acompañan en la tarea de depredar el Estado peruano para que sólo ellos, y no el resto de los peruanos, dejen de ser pobres en un país rico.
Ya basta.
(*) Presidente de Perú Nación Presidente del Consejo por la Paz