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CON LA LEY Y EL PUEBLO

Escribe: César Campos

Periodista y analista político

 

Lejos de amilanarse y seguir escandalizándose por la belicosidad presidencial, la oposición democrática debe tomar por pasiva esta afrenta. Es decir, hacer suya las armas de la ley y la voz de un pueblo que mayoritariamente considera un delincuente a Castillo.

 

Nada de lo ocurrido la semana precedente en la esfera política nativa escapa al guion oficialista mil veces anunciado para degradar la democracia y convertirla en fango de cerdos. Ni la pantomima de la cuestión de confianza planteada por el expremier Aníbal Torres, ni el pedido de un sector del Congreso para bailar con este pañuelo, ni la renuncia de Torres dándose por censurado, ni la sucesión recaída sobre la otrora censurada Betssy Chávez (la nueva “ministra del amor”), ni la desaforada carrera del presidente Pedro Castillo para agenciarse una base social mediante reuniones con organizaciones populares –ya existentes o inventadas– a las cuales promete oro y moro sin que sepamos la fuente fiscal de tales ofertas.
Y por supuesto, los objetivos cantados desde el inicio de su gobierno para promover una asamblea constituyente, echarse abajo el régimen económico que nos dio décadas de crecimiento, reducción de la pobreza y mayor empleo, y sentar pilares para perpetuar en el poder a la organización criminal que lo acompaña.
Sorprende contrariamente las voces bien intencionadas que clamaron por un gesto sensato de Castillo, invocando el nombramiento de un nuevo o nueva titular del consejo de ministros que hiciera gala de apertura y buen criterio. Eso ya es imposible a estas alturas. El primer mandatario está cercado por innumerables evidencias de corruptelas (más de 190 elementos de convicción de la fiscalía) y solo tiene la alternativa de propiciar la eclosión del sistema mediante una algarada.
No renunciará por fax como Alberto Fujimori, ni por la vergüenza de verse acusado de recibir sobornos como Pedro Pablo Kuczynski, ni por allanarse al mecanismo de la vacancia como Martín Vizcarra. En el espejo de los mafiosos más avezados y prestándole oídos al G2 cubano junto a una selecta pandilla de operadores políticos como Guillermo Bermejo, Raúl Noblecilla y Ronald Atencio, mantiene la iniciativa y fabrica el escenario que le preserve el mando supremo a fin de salvarse de la prisión efectiva.
Justamente, tales operadores son los que le llevan diariamente “el pueblo” a las puertas de Palacio y lo dibujan como un líder bañado por la adhesión de los pobres e indefensos. Fue en una de esas movilizaciones –gestada por una novísima “Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú”– que Castillo lanzó esta semana la amenaza más clara contra la posibilidad de ser revolcado por una ola judicial: “Si no somos (son) respetuosos de la voluntad popular del pueblo, tomaremos algunas medidas juntamente con el pueblo”.
Lejos de amilanarse y seguir escandalizándose por la belicosidad presidencial, la oposición democrática debe tomar por pasiva esta afrenta. Es decir, hacer suya las armas de la ley y la voz de un pueblo que mayoritariamente considera un delincuente a Castillo. No caben otras disquisiciones. Ya todo está dicho para proceder.

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