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LA CAÍDA

Escribe:  Elmer Barrio de Mendoza

 

Lo que hoy importa es observar la caída, todavía lenta pero inexorable, de un discurso que nunca consultaron con ningún ciudadano de a pie y del acceso a fondos masivos para sostenerlo.

Vivimos bajo chantaje. Los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible o la Agenda 2030, a poco más de cinco años de su vencimiento, tienen un avance promedio de apenas el 17% según un informe oficial de la propia ONU. Los ODS son 17 (parece que este número persigue a sus autores) y, según el mismo informe, algunos de ellos no sólo no han progresado sino que han retrocedido.

Dijo David McClelland, ya hace tiempo, que la formulación de objetivos pertinentes es la clave de la planificación y la administración. Y dijo también que los dos grandes errores a evitar eran, uno, proponer objetivos fácilmente alcanzables y, dos, plantear objetivos inalcanzables. En el primer caso, tanto el progreso como la gestión no permiten desplegar el potencial de logro de una entidad y, en el segundo, se asegura el fracaso desde el principio. No sé si sea necesario decir que aquello de los objetivos inalcanzables (por la razón que fuera) era el peor de ambos errores.

Intuía McClelland que este tipo de error era intencional. Creo lo mismo.

La imposición como método

Quienes construyeron la Agenda 2030, tienen que admitir su fracaso e identificar el error. De lo contrario, sabremos que estamos ante un grupo de farsantes. Al final, 17% de avance autoadmitido en el 60% del tiempo estimado es un fracaso por donde se le mire. Una evaluación independiente, estoy seguro, dará cifras peores.

La evidente concentración de los agendistas en temas de género, por encima de asuntos como la superación del  hambre o la expansión del saneamiento, evidencia que los 17 objetivos no han sido tratados con la misma prioridad.

Los intelectuales “progresistas” que dominan por ahora el territorio de la  formalidad multilateral (ONU, OEA, Banco Mundial, BID, CAF, etc.) han pretendido imponer al mundo los ODS y por supuesto ya preparan su nueva versión, igual que en 2015 los ODS reemplazaron a los Objetivos del Milenio, cuando éstos evidentemente no se lograron. En pocas palabras: más planilla dorada para los que carecen de la mínima autocrítica y que, por lo mismo, volverán a fracasar. ¿Y a quién se le ocurre que les interesa el éxito cuando la chamba puede ser eterna?

La imposición como método y el activismo minoritario como herramienta corresponden a formatos autoritarios, no democráticos, de gestión pública a todo nivel (incluida la multilateral). Cuando una minoría accede a cuotas de poder no debería imponer sino convencer. La descalificación a priori es consustancial a una visión totalitaria. A rebobinar se ha dicho. ¿Qué pasó con la cita de Voltaire que hemos repetido tantas veces?: “No estoy de acuerdo contigo pero daría mi vida por defender tu derecho a expresar tus ideas”.

Si Alberto Borea Odría, demócrata ejemplar de las horas difíciles, es cuestionado (en vez de congratulado) por su elección como juez de la Corte IDH por parte de esta minoría (caviar le dicen) que sólo entiende de respaldar a aquéllos que repiten su catecismo (hoy los ODS, mañana quién sabe qué).

De la imposición al TODO VALE

Estamos asistiendo al desnudamiento de este grupo, que no ha tenido empacho para usar su control (felizmente relativo) del Sistema de Justicia (sobre todo del Ministerio Público), de la Policía Nacional (en particular de la DIVIAC) y de la burocracia estatal (principalmente en Educación y en los sectores a cargo de los programas sociales) para cercar y arrinconar a quienes disientan de ellos.

Hoy sabemos que la cadena de custodia de las pruebas del caso Lava Jato fue violada sucesivamente en todos los países implicados (el Perú entre ellos), sabemos que se compró ilegalmente equipos de interceptación de teléfonos, computadoras y otros, sabemos que el protocolo de actuación policial en más de un allanamiento incluía aviso y solicitud de colaboración al IDL, sabemos que hubo (¿hay?) una organización criminal que persiguió a algunos y exoneró a otros (las declaraciones de Rafael Vela Barba defendiendo a la confesa Susana Villarán son un auténtico asco) y así sabemos -y sabremos- mucho más.

Del TODO VALE a la desesperación

Cada vez es más evidente que la “progresía” está en angustia. Lo está a nivel nacional e internacional. Estoy seguro que una parte de ella es honesta, inteligente y bien intencionada, pero la gran mayoría sabe que la estructura ideológica en la que se sostiene está agrietada a la vista de la humanidad, que se harta de contemplar a personajes que dicen amparar a la sociedad y defender sus demandas prioritarias mientras ellos pasan la gran vida.

Qué es la Agenda 2030? - La verdadera Agenda 2030

Una cosa que no me deja de abrumar es cómo se ha deformado a Gramsci (que pasó la mayor parte de su vida adulta perseguido o encarcelado) para usarlo hoy como muñeco de ventrílocuo. Lo curioso es que, sobre él, dicen lo mismo Laje o Vergara. Y lo que ambos (y sus respectivos followers) dicen de Gramsci viene distorsionado desde su origen. De este tema podemos hablar largo, pero será otro día.

Lo que hoy importa es observar la caída, todavía lenta pero inexorable, de un discurso que nunca consultaron con ningún ciudadano de a pie y del acceso a fondos masivos para sostenerlo.

No se trata de cantar victoria, se trata solamente de hacer docencia. Y, si se puede, de aprender.

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