Escribe: César Campos R.

Boluarte la hizo con este viaje a China. Ahora que pise otra vez tierra afrontando el debe y el haber de su gestión ante la prensa nativa. No le queda otra.

Pese a tener como preámbulo las malas vibras de ciertos políticos y algunos medios de comunicación (las cuales siempre quieren explicarse por la errática conducción del gobierno y su precario sostenimiento en un Congreso repulsivo), el viaje de estado de la presidente Dina Boluarte a la República Popular China, sin embargo, culminó exitosamente en beneficio de nuestro país y su engarzamiento estratégico dentro del complejo ajedrez que disputan las dos más grandes potencias de la cuenca del Pacífico.

La animosidad tóxica contra este periplo – eludiendo las sumas que se alcanzarían esta vez por el bien concebido programa de actividades de la primera magistrada de la nación – llegó al extremo de objetar el número de ministros participantes del mismo, el costo de pasajes, estadía o viáticos, y hasta la vestimenta casual usada por Boluarte para la primera escala en París. Una suerte de banalización malévola e irritante del circuito presidencial que parece condenarnos a la insularidad o al sencillo modo de vida de una tribu no conectada.

Claro: como si los inversionistas chinos, estadounidenses, europeos u otros hicieran cola para tocarnos la puerta o que nuestra diplomacia solo estuviera resignada a poner la otra mejilla frente a la grosera injerencia de algunos de sus pares acreditados en nuestro país y no urgida de una proactividad que mantenga al Perú en el ojo de las oportunidades, trascendiendo su debilidad institucional.

Y la mirada prospectiva de la RpCh hacia esta cuna de una antigua civilización como lo es ella, tiene largo aliento. Yace en su cultura trazarse un dilatado camino para llegar a una meta y en esa vía estamos nosotros (la lectura de “Confucio y la globalización. Comprender China y crecer con ella” del difunto ex presidente Alan García ayudará a valorarlo). Irá más allá de la administración Boluarte. A ello apuntan los diversos instrumentos firmados por el canciller peruano Javier González-Olaechea con ministros y altos funcionarios del gigante asiático con impacto positivo en las áreas de la minería, energía, manufactura, agricultura y el eje ineludible de la inteligencia artificial, hoy asimilada como herramienta académica de la mayor importancia.

Una mención especial merece la convocatoria del titular de Transportes y Comunicaciones Raúl Pérez-Reyes para poner en valor con la RpCh una cartera de proyectos ferroviarios por un costo aproximado de 31 mil millones de dólares. Se trata de una propuesta de transporte multimodal que incrementaría el traslado de pasajeros y productos. El MTC tiene avanzados los estudios de perfil de los nuevos ferrocarriles Lima – Ica, Puerto San Juan de Marcona – Andahuaylas y Lima – Barranca, y también cuenta en el mismo pliego la pre factibilidad de los ferrocarriles Lambayeque – Cajamarca, Trujillo – Barranca e Hidroeléctrica – Quillabamba. El absurdo e histórico déficit de interconexión ferroviaria convierte a estas iniciativas en opciones con punto de no retorno.

Boluarte la hizo con este viaje a China. Ahora que pise otra vez tierra afrontando el debe y el haber de su gestión ante la prensa nativa. No le queda otra.

TOMADO DE:   https://www.expreso.com.pe/opinion/china-y-dina/