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OPINIÓN/ EL JUICIO A CASTILLO

Escribe: César Campos R.

nunca debe olvidarse la secuela de las otras investigaciones fiscales que apuntan a los despreciables actos de corrupción impulsados o perpetrados por el mismo Castillo, sea desde su guarida en el pasaje Sarratea del distrito de Breña o desde el mismo Palacio de Gobierno.

La verdad sea dicha (y salvo a un liliputiense grupo de fanáticos junto a los infaltables abogados de la misma cofradía ideológica), a los peruanos de a pie les importa un cuerno las pataletas del golpista expresidente Pedro Castillo Terrones y la parafernalia de victimización que pretenden crearle Claudia Sheinbaum desde México y Gustavo Petro —seguro con algunas copas de más— desde Colombia, a propósito del juicio que se le sigue en los tribunales nativos.

Las diversas imputaciones penales a Castillo recién han tenido punto de partida por el caso más evidente y concluyente: su intento de quebrar el orden constitucional la mañana del miércoles 07 de diciembre del 2022.

Sin embargo, nunca debe olvidarse la secuela de las otras investigaciones fiscales que apuntan a los despreciables actos de corrupción impulsados o perpetrados por el mismo Castillo, sea desde su guarida en el pasaje Sarratea del distrito de Breña o desde el mismo Palacio de Gobierno.

Cuando se abran estos últimos expedientes y se ponga sobre la mesa judicial la abrumadora carga de pruebas contra la familia de Castillo (incluida su esposa, hoy protegida de Sheinbaum), el entorno cercano (incluido un exministro de Transportes prófugo) y las infaltables garrapatas empresariales oferentes de casas, autos, viajes y bolsas de dinero, habrá que dirigirse a los hermanos pueblos mexicano y colombiano para que ajusten cuentas con sus respectivos mandatarios apañadores de la inmoralidad pública.

Mientras tanto, lo que Castillo y sus secuaces internacionales encabezados por el burócrata jurídico argentino Guido Croxatto pretendieron graficar como una épica justiciera y reivindicativa de un personaje de la izquierda latinoamericana, se ha convertido en una paliza argumental rotunda que desbarata de pies a cabeza la tesis mediante la cual solo se atribuía al chotano haber dado un “mensaje político” ese 07 de diciembre y no consumar un golpe de Estado con derivaciones fácticas.

En la semana que concluye, cada testimonio brindado por personajes claves de tal proceso fue demoledor. Rescato en primer lugar el de quien fuera comandante general de la Policía Nacional, general PNP Raúl Enrique Alfaro Delgado, el cual señaló con detalles la orden impartida por Castillo para tomar el Congreso, detener a la fiscal de la Nación Patricia Benavides y brindar seguridad a los cómplices Betsy Chávez Chino y Aníbal Torres Vásquez.

Contamos también con la experiencia padecida por cuatro congresistas quienes, en efecto, fueron impedidos por un comando policial de acceder a la sede legislativa durante 20 minutos, hasta que llegó la orden clara y directa del general Alfaro revocando esa medida que no provino de su despacho. Por último, está la palabra de la colega periodista Cintya Malpartida del canal del Estado, poniendo en evidencia el rol colaboracionista de Chávez Chino y Torres Vásquez (enternecedor aquello del abrazo de estos dos con Castillo al culminar el mensaje), par de cobardes que hoy intentan relativizar su identificación con el plan golpista.

La cárcel viene con todo para tremendas alimañas.

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