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OPINIÓN/ La pobreza en el Perú y el papel de «las élites» y del Estado

(El Montonero).- El concepto de élites se ha vuelto uno líquido en la sociedad digital y de redes en la que ya vivimos: dice todo y nada a la vez. Sin embargo, en los últimos tiempos la idea de élites se ha empezado a asociar con los ricos, con los sectores que reúnen la mayor riqueza de la sociedad, siguiendo las grandes narrativas progresistas impuestas desde mediados del siglo pasado.

Anotaciones sobre la responsabilidad en la crisis política y económica

 

Se suele argumentar que la condición en pobreza de uno de cada tres peruanos es responsabilidad de las élites y, en el acto, se acusa de estas situaciones al sector empresarial o privado en el Perú. Y de pronto, todos los males de la sociedad –la informalidad, la terrible representación en el Congreso, la erosión de las instituciones y todas las tendencias que nos llevan a un Estado fallido– son endilgadas a las élites, a los empresarios y el sector privado. Semejante aproximación puede, incluso, ser compartida por los gerentes de las grandes corporaciones del país, muy influenciados por el wokismo.

Sin embargo, lo que el progresismo llama élites –el sector privado y empresarial– aporta el 80% de los ingresos fiscales del Estado desde dos décadas atrás; un aporte que se incrementó sostenidamente mientras la economía se multiplicaba, hasta antes de la pandemia. Igualmente, el sector privado genera el 80% de los empleos en los mercados formales e informales; y según el Banco Mundial y otros organismos multilaterales, el 80% del total de reducción de pobreza en las últimas décadas se explica por el empleo creado por el sector privado.

Vale recordar que la pobreza se redujo del 60% de la población a 20% antes de la pandemia. Sin embargo, luego del gobierno de Pedro Castillo este flagelo se acercó al 30% de la población.

¿Por qué entonces hay pobreza, informalidad y precariedad en la sociedad? ¿Por qué existen 10 millones de peruanos en pobreza y otros 10 millones en situación de precariedad? ¿Acaso por las empresas que aportan el 80% de los ingresos del Estado y generan el 80% del empleo en la sociedad? ¿Acaso por el modelo económico establecido en la Constitución?

La respuesta es incuestionable: el culpable es el Estado, que tiene los bolsillos repletos de dinero por los impuestos que paga el sector privado y no construye sistemas de agua y desagüe, escuelas públicas, postas médicas, carreteras y conectividad. Pero en el Estado no solo no se desarrollan servicios ni se construyen obras a favor de la sociedad, sino que se levantan sobrerregulaciones de aquí para allá, se bloquean las inversiones y se crea informalidad.

Los economistas y los organismos multilaterales en la primera década del nuevo milenio solían señalar que si el Perú seguía creciendo sobre el 6% –como lo hizo en la primera década del nuevo siglo– en el Bicentenario nuestra sociedad podría alcanzar un ingreso per cápita cercano al de un país desarrollado. Sin embargo, llegamos al 2021 con Castillo y aumentando la pobreza. ¿Por qué? Por el Estado burocrático, ineficiente y enemigo de la inversión privada que se construyó desde la segunda mitad del milenio.

¿Cómo así llegamos a esta situación? Por las narrativas y relatos progresistas que demonizaron a la inversión privada en todos los sectores, narrativas que desataron una sobrerregulación de los procedimientos y la multiplicación de oficinas y ministerios en el Estado con el objeto de contener “la voracidad empresarial”.

El Estado, entonces, bloqueó inversiones y generó informalidad y se convirtió en el peor enemigo del modelo económico. Sin embargo, ahora los sectores responsables de la parálisis de la sociedad –es decir, las corrientes del progresismo y del wokismo que ganaron la guerra de los relatos en la sociedad e impusieron los sentidos comunes en las últimas dos décadas– contemplan los terribles resultados y pretenden, como se dice, sacar el cuerpo acusando al sector privado de ser el responsable de la situación.

Sin la inversión privada –que como cualquier sector acumula yerros y pasivos– ante el fracaso de los políticos y el espacio público en general se habría organizado un Estado fallido y la sociedad peruana habría implosionado. ¿O no?

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