OPINIÓN/ La Restitución de la Firma de Fujimori: Justicia, Gratitud y Reconocimiento Histórico
Escribe: Miguel Angel Torres Morales
Sub Secretario General y Vocero Político Partido Fuerza Popular
Este reconocimiento no busca negar los errores ni las controversias de su gestión, pero sí reivindicar lo esencial: sin su liderazgo, el país no habría superado la violencia terrorista, la quiebra económica ni el aislamiento internacional
El retorno de la firma de Alberto Fujimori a la Constitución de 1993 no es un mero acto administrativo ni un simple ajuste simbólico. Es un acto de justicia histórica, un gesto de gratitud y, sobre todo, un reconocimiento al legado de quien transformó el Perú en su hora más oscura. Es, en esencia, la reivindicación de un líder que comprendió que el desarrollo de una nación comienza por reconocer la dignidad de la persona humana como centro de toda política pública.
A inicios de los años noventa, el Perú era un país al borde del abismo. La hiperinflación había pulverizado los ahorros de los peruanos, la inversión privada había huido, y el terrorismo dominaba dos tercios del territorio nacional. En medio de ese caos, Fujimori asumió el liderazgo con determinación y pragmatismo, enfrentando los desafíos con decisiones firmes y, muchas veces, dolorosas, pero necesarias para rescatar a la nación de la crisis más profunda de su historia moderna.
Bajo su gobierno, se implementó un modelo de Economía Social de Mercado que sentó las bases del crecimiento sostenido que el país experimentó en las siguientes décadas. La Constitución de 1993 no fue solo un cambio de reglas: fue una nueva visión de país, basada en la estabilidad macroeconómica, la inversión privada y el principio de subsidiariedad del Estado. Fue el marco que permitió la reducción de la pobreza, la modernización del aparato productivo y la consolidación de un orden democrático con bases sólidas.
Eliminar la firma de Fujimori de la Carta Magna fue un intento de borrar su huella en la historia, una decisión cargada de revanchismo político que ignoró la realidad objetiva: el Perú de hoy no existiría sin las reformas que él lideró. La restitución de su rúbrica es más que un acto de reparación; es la validación de una obra que trascendió gobiernos, ideologías y coyunturas políticas, demostrando su vigencia a lo largo de los años.
Este reconocimiento no busca negar los errores ni las controversias de su gestión, pero sí reivindicar lo esencial: sin su liderazgo, el país no habría superado la violencia terrorista, la quiebra económica ni el aislamiento internacional. Su firma en la Constitución es testimonio de su valentía para tomar decisiones impopulares en favor del bien común, demostrando que un verdadero estadista no gobierna para el aplauso inmediato, sino para el futuro de su nación.
Las largas filas en su velorio y el luto sincero de millones de peruanos al conocer su fallecimiento evidenciaron algo que ningún discurso opositor puede borrar: Fujimori no fue solo un presidente, fue el arquitecto del Perú moderno. Su gestión marcó un antes y un después en la historia nacional, y su firma en la Constitución es un recordatorio de la trascendencia de sus reformas.
Hoy, la restitución de su firma es una oportunidad para mirar al futuro con madurez política, comprendiendo que la estabilidad y el crecimiento del país no pueden estar sujetos a vendettas ideológicas. Respetar la Constitución de 1993 con la rúbrica de quien la hizo posible es, en última instancia, respetar la voluntad de millones de peruanos que han vivido sus beneficios.
El verdadero legado de Fujimori no está solo en un documento, sino en las cifras que muestran un país con mejores indicadores de pobreza, inversión y desarrollo. Está en cada carretera, escuela y hospital construidos durante su gobierno. Está en la tranquilidad con la que hoy millones de peruanos pueden caminar sin el temor a la violencia terrorista. Su firma en la Constitución simboliza, por tanto, la permanencia de ese legado en la historia nacional.
Reivindicar a Fujimori no es un capricho político ni una simple nostalgia del pasado. Es reconocer que, supo encaminar al Perú hacia la modernidad. La restitución de su firma es un acto de justicia para con la memoria histórica y una lección para las futuras generaciones: los grandes líderes no se borran con un decreto, porque su huella permanece en el alma de su pueblo.
ResponderReenviarAñadir reacción |
Son expresiones de un «partidario» que utiliza medias verdades. Quienes vivimos los años del fijimorato y enfrentamos al terrorismo sin los «escudos» que tuvo Fujimori, podemos decir que su gobierno coincidió con el avance de la lucha contra la criminalidad senderista y que, el plan económico que se apropio de Vargas Llosa, fue desarrollado a medias y con un sesgo pro corrupción. Sobre la restitución de la firma,…podemos decirle que indigna, avergüenza….no solo porque es la secuencia de un autogolpe sino, por las lamentables calidades patrióticas de quie juro lealtad a Japón.