El diario The Washington Post ha recordado la famosa frase del historiador ateniense Tucídides (480 a. C.): “el fuerte hace lo que puede y el débil sufre lo que debe”.
La cita calza con la devastadora y zigzagueante política comercial y arancelaria del mandatario norteamericano, Donald Trump, que, según el prestigioso medio de prensa, “no muestra ningún interés en promover ni defender la democracia, el Estado de derecho ni el libre comercio. Se centra en la política de poder de una manera cruda y soberbia, un inquietante y peligroso retroceso al siglo XIX, cuando un puñado de potencias se repartían el mundo”.
Esa mentalidad imperialista explica su soberbia pretensión de apoderarse de Canadá, Groenlandia y el canal de Panamá, y lo ha conducido a debilitar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), nacida el 19 de abril de 1949 e integrada por 32 naciones europeas y Estados Unidos, con el propósito fundamental de hacer frente a gobiernos totalitarios como la Unión Soviética, hoy Rusia.
En 1947 el célebre escritor inglés W. H. Auden escribió el poema La era de la ansiedad, captando el ambiente social que caracterizó el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos, “como un tiempo cargado de rápidos y desesperados cambios políticos, económicos y tecnológicos que causaron gran confusión, incertidumbre y desasosiego”; hoy, medio siglo después, esa ansiedad se extiende a todo el planeta.
Trump, personaje arrogante, mitómano y narcisista, millonario, pero no por ello estadista, sin ningún sentido de los equilibrios necesarios para que las sociedades se desarrollen en paz y sin sobresaltos, no solo ha hecho saltar las bolsas de valores, sino que ha potenciado a China y al sátrapa ruso, Vladímir Putin, que cuenta con su simpatía para continuar atacando a Ucrania, bombardeando edificios de viviendas, escuelas, hospitales.
Una guerra que, hasta la fecha, ha costado 160 mil vidas, 300 mil heridos, 10 millones de desplazados y gastos militares que superan los 350 mil millones de dólares, dinero suficiente para alimentar a los pueblos más pobres del mundo.
Sin embargo, Trump convirtió al agredido en agresor, calificando de “dictador” al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a quien imputa la falsedad de iniciar la guerra con Rusia, para después humillarlo en el Despacho Oval.
Bien ha dicho Javier Sajuria, profesor de Ciencia Política de la Queen Mary University, que “las dictaduras (o las que buscan convertirse en una) enfrentan dos dilemas: concentrar el poder en manos del dictador, y evitar los alzamientos populares que las amenacen. En el caso norteamericano, Trump se ha comportado como alguien que busca, rápidamente, convertirse en un gobernante tiránico. Por lo mismo, tenemos que dejar de analizar sus decisiones como quien busca obtener ganancias en un entorno democrático, y pasar a asumir que su juego es el de un dictador”.
La “hazaña” maléfica de Trump, en efecto, ha sido agrietar las relaciones con la Unión Europea, soslayando que juntos, coordinadamente, millones de jóvenes de ese bloque dieron sus vidas para enfrentar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, para después integrarse en la OTAN.
Ahora los agravia, menosprecia y sostiene que la UE se “creó para joder a USA”.
Los principios y valores han quedado enterrados por el mandatario republicano, mientras el caos se apodera de la economía planetaria, afectando a los más pobres, que, por supuesto, no viven en las mansiones de Mar-a-Lago.
En ese contexto, recordemos que la mayor economía del mundo es la estadounidense, con el 26 % del Producto Interno Mundial. China ocupa el segundo lugar con 16.5 % y, muy lejos, Rusia, con 1.86 %.
Por ello (no por su talento), las amenazas, agravios y ultimátum de Trump tienen el impacto de un catastrófico huracán, con tsunamis incluidos.