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OPINIÓN/ Una visión que no sea populista

Escribe: Aldo Lorenzzi Bolaños

 

No se necesita un refundador ni un mesías político, sino un estadista con visión reformista.

En este año 2025, preelectoral, la atención se centra en los posibles candidatos a las próximas elecciones generales. Se espera que el ejecutivo convoque a las elecciones, y que en esta etapa los peruanos busquen un candidato con propuestas coherentes y viables a corto y mediano plazo, en lugar de apelar al populismo.

Dos temas centrales en esta campaña electoral serán la seguridad ciudadana y la economía. La seguridad ciudadana ha sido una preocupación constante durante más de 20 años, pero la delincuencia se ha hecho más visible y descontrolada, llegando a la capital.

El segundo tema está relacionado con el primero, ya que después de la pandemia la informalidad se triplicó, lo que ha sido aprovechado por la criminalidad. La realidad económica ha afectado a los peruanos, disminuyendo sus posibilidades de tener un trabajo formal debido a la falta de capacidad del Estado para generar mecanismos que mejoren la calidad de vida.

En esta nueva contienda electoral, donde se elegirá un presidente y, después de más de tres décadas, un Senado y Diputados, el Perú podría llegar a un punto de quiebre. Por esta razón, es importante un presidente con una visión reformista.

Será un reto conocer las propuestas electorales de las 42 fórmulas presidenciales, o las propuestas de los candidatos al Senado y a la cámara baja. Es probable que la mayoría de la población no tenga tiempo de analizar las propuestas, y vote por el candidato con el que más simpatice o que conecte con sus frustraciones y necesidades.

Por lo tanto, los peruanos deben desechar las propuestas populistas que ofrezcan soluciones fáciles a los problemas del país, condicionadas a una asamblea constituyente, una fórmula utilizada en las últimas campañas.

En estas nuevas elecciones, es importante que el nuevo mandatario busque solucionar problemas crónicos como la inseguridad ciudadana, la falta de empleo y la crisis de las instituciones, con medidas radicales basadas en decisiones políticas, con las bases existentes y con una buena articulación. No se necesita un refundador ni un mesías político, sino un estadista con visión reformista.

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