Es muy simple, señores fiscales, identifiquen a los delincuentes organizados, demuestren su interrelación, pónganle un nombre inspirado y no sigan haciendo leña de los partidos
El Congreso, denostado por tirios y troyanos, aunque ahora menos impopular que la más impopular presidente (en auténtico viaje a la China) ha decidido producir normas a granel. La mayoría discutible pero alguna pertinente. Acaba de aprobar una modificación legal realmente sensata: los partidos políticos no pueden ser organizaciones criminales. Y es cierto que no lo pueden ser como no lo pueden ser otras entidades constituidas con propósito diferente al de cometer delitos.
Abrir la puerta a la ignorancia sólo cabe en la cabeza de individuos de sindéresis cuestionable, como la del señor Pérez, otrora “héroe anticorrupción” y ahora postulante frustrado a juez y objeto nacional de burla por su incompetencia manifiesta (como fiscal y como candidato réprobo a juez).
Un partido político tiene por objeto la participación electoral para gobernar y, de ganar, el derecho a ejercer el gobierno de acuerdo a la Constitución. Su propósito no es cometer delitos y no se le puede definir como organización criminal sin afectar a TODOS sus integrantes. Hacerlo es realmente necio.
Un partido político cumple con requisitos establecidos por la legislación electoral y de partidos políticos, no por el Código Penal.
En la hipótesis, altamente plausible, de que dirigentes y/o miembros de un Partido se constituyan en organización criminal, ésta es diferente del Partido. Pónganle el tipo de nombre que acostumbran policías y fiscales desavisados aunque creativos. Si no se les ocurre alguno, me permito sugerir Los Últimos Samurai o La Banda del Grandulón por ejemplo, pero DE NINGÚN MODO se puede confundir a esta hipotética organización criminal con el partido político al que se afilian quienes tienen coincidencia o simpatía con él.
Quiero que se imaginen que se tratara de una Universidad, de un Club Deportivo o de una ONG, donde por supuesto se pueden alojar (o directamente se alojan) delincuentes de marca mayor, pero no se puede confundir a esos grupos de delincuentes con la entidad ni con sus miembros y colaboradores.
Es muy simple, señores fiscales, identifiquen a los delincuentes organizados, demuestren su interrelación, pónganle un nombre inspirado y no sigan haciendo leña de los partidos porque es, a través de ellos o de estructuras similares, que se consolida la democracia.
Un fiscal con deficiencia sináptica no puede imponerle al país un concepto de profunda insipiencia (así, con s) porque su sesera no le da para más.