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VACÍO DE PODER Y CRISIS QUE AFECTA INSTITUCIONALIDAD Y GOBERNABILIDAD

Escribe: Víctor Andrés Ponce

Director de El Montonero

 

Ante semejante situación, la presidente Boluarte, entre las pocas alternativas que tiene para crear un momento diferente, es la convocatoria a un gabinete de unidad nacional que represente a las más diversas corrientes del país,

 

En el Gobierno de Dina Boluarte, uno de los más frágiles de la reciente historia, se creyó que se podía escapar a las regularidades de los recientes Ejecutivos, que se sumergieron en guerras intestinas, en las que el objetivo final era aniquilar, destruir al adversario. En el Gobierno de Fujimori de los noventa, las guerras entre el montesinismo y las demás facciones terminaron en la implosión general del Ejecutivo. Igualmente, durante el gobierno de Pedro Castillo, la guerra de facciones terminaría en el final de la administración.

De alguna manera, pues, la salida de Alberto Otárola de la Presidencia del Consejo de Ministros, luego de una de las guerras más cruentas e inclementes que se conoce, ha terminado en una crisis general del Gobierno, con judicializaciones del entorno más cercano a la jefe de Estado.

¿Qué nos revela esta situación? Que las guerras en el Ejecutivo y la salida de Otárola han dejado un incuestionable vacío de poder en el Ejecutivo que hoy se expresa en una crisis de gobernabilidad. Algunas bancadas, inclusive, entienden que el Gobierno podría volverse insostenible, sobre todo frente a la eventualidad de una denuncia que lo precipite todo. El adelanto electoral, pues, podría entrar en la agenda política.

Ante semejante situación, la presidente Boluarte y las bancadas legislativas de buena voluntad –que apuestan por la estabilidad institucional que posibilite el rebote y la reactivación de la economía, la reconstrucción institucional de las entidades claves del sistema republicano,-envilecidas por el progresismo– deberían instalar un gabinete de unidad nacional que llene el vacío de poder, que la incapacidad de los actores gubernamentales ha creado por mano propia.

El balance y la irresponsabilidad se vuelven superlativos cuando se repara en que el Gobierno de Boluarte tenía a todos los astros alineados para desarrollar una buena administración. Luego del golpe fallido de Pedro Castillo y las olas de violencia insurreccional, las mayorías nacionales se cansaron del enfrentamiento que nos llevó a la recesión del año pasado. De allí que ninguna marcha o movilización convocadas por el progresismo o el comunismo tuviese respaldo y adhesiones en Lima y en las provincias del sur. Por otro lado, en el Legislativo se gestó una mayoría de bancadas para respaldar la continuidad del cronograma constitucional.

No existía entonces ninguna amenaza a la gobernabilidad del país. Sin embargo, los entusiastas del Ejecutivo se enfrascaron en una guerra sin cuartel y las denuncias y ataques se multiplicaron de aquí para allá. El resultado es el devastador momento del Ejecutivo.

Ante semejante situación, la presidente Boluarte, entre las pocas alternativas que tiene para crear un momento diferente, es la convocatoria a un gabinete de unidad nacional que represente a las más diversas corrientes del país, con el objeto de garantizar la estabilidad hacia el 2026 y posibilitar la reconstrucción en algo de la economía.

En otras palabras, la jefe de Estado debería ceder poder ante una amplia coalición de todos los sectores. De lo contrario, todo será de pronóstico reservado.

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