Es decir, una movilización con inmensas contradicciones internas en la razón de sus protestas y movilizaciones.
Se dice, se comenta, se augura, se chismea, se lee en redes y en la prensa que el próximo miércoles 19 de julio miles de ciudadanos llegarían a la capital y se produciría la tercera Toma de Lima. ¿Es que hubo una primera y luego una segunda? Yo no vivo en Lima, pero mis hijos, primos, sobrinos y amigos me dicen que no se dio; salvo algunas manifestaciones violentas focalizadas en el Centro Histórico de la capital por algunos centenares de ciudadanos. Tan es así que más del 90 por ciento de la ciudad se movilizó a trabajar o estudiar normalmente.
Y debe ser cierto ya que Lima tiene poco más de once millones de habitantes y una extensión de casi tres mil kilómetros cuadrados. Para tomarla se requeriría algunos cientos de miles de protestantes que además de bloquear los accesos a la capital desde el norte, sur y centro; bloquearan las principales vías de movilización interna de sus 43 distritos. Y sin contar con el Callao.
Lo que no llego a entender cuál es el fin de esta supuesta Toma de Lima, porque unos piden la restitución en la Presidencia de la República al aprendiz de golpista José Pedro Castillo, otros piden vacar a la actual Presidenta Constitucional Dina Boluarte y se vaya su casa, los de más allá piden que a esta última se agreguen la totalidad de congresistas, algunos piden que renuncie el Presidente del Consejo de Ministros Alberto Otárola y de acá que se convoquen elecciones generales. Es decir, una movilización con inmensas contradicciones internas en la razón de sus protestas y movilizaciones.
En lo personal estoy de acuerdo con unas prontas y adelantadas elecciones generales y que se vayan tanto la Presidenta de la República como los congresistas, pero hay vías constitucionales para que se den y es a través de la convocatoria de un plebiscito o referéndum.
En fin, este es un defecto hasta ahora de nosotros los peruanos ya que no solo somos incapaces de llegar a acuerdos sino tampoco somos capaces de coincidir en los desacuerdos.