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EL ENGENDRO BOLIVIANO

Por: Luis Gonzales Posada

 

 

El Gobierno debe declarar persona no grata al representante diplomático de Bolivia en Lima y expulsarlo del país, como hizo con México, y exponer en la OEA la narrativa falaz que difunden los aliados del castillismo.

 

Nadie debe dudar de que el Gobierno, y más ampliamente las instituciones que forman parte del Estado constitucional de Derecho, están siendo atacados no solo por vándalos y subversivos que destruyen aeropuertos, bloquean carreteras e incendian locales, violencia que ha provocado 26 muertos y centenares de heridos, además de mil millones en pérdidas materiales, sino también, en el frente externo, somos agredidos por gobernantes y políticos extremistas que integran el bloque del socialismo del siglo XXI, que presionan para que retorne el golpista Pedro Castillo.
Uno de los más activos en esta campaña es el flamígero y mitómano exmandatario boliviano Evo Morales, enemigo del Perú, que promueve abiertamente disturbios y plantea la creación de una república independiente del sur, que integrarían los departamentos de Puno, Cusco, Arequipa y Apurímac, las poblaciones aimaras bolivianas y mapuches de Chile y Argentina.
Este alucinante proyecto tiene el respaldo de sectores radicales. El exgobernador de Puno Germán Alejo apoya la idea, al igual que el dirigente arequipeño Felipe Domínguez y el excandidato de Perú Libre por Junín Laventri Rondón, que dijo: “Estamos haciendo armas artesanales. Vamos a morir y vamos a matar…”.
Por su parte, el rector de la Universidad del Altiplano, Paulino Machaca, alentó indirectamente esa antipatriótica causa, entregando a Evo Morales el título de doctor honoris causa.
Bien ha hecho, por tanto, la mandataria Dina Boluarte al anunciar en el programa periodístico de PBO, dirigido por César Campos, que coordinará con Migraciones las medidas por tomar contra el agitador cocalero y al rechazar firmemente sus permanentes intromisiones en asuntos de competencia interna.
El artículo 43 de la carta fundamental señala que el Estado es uno e indivisible y el artículo 325 del Código Penal precisa que quien intente independizar parte de nuestro suelo será sancionado con quince años de cárcel.
Lo que desconoce Evo Morales es que el artículo 326 del Código Penal expresa que “el que forma parte de un grupo armado dirigido o asesorado por extranjero, organizado dentro o fuera del país, para actuar en el territorio nacional, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de seis ni mayor de diez años”. Ante la evidencia de que Morales alienta las acciones vandálicas de quienes cometen desmanes, cualquier fiscal del Ministerio Público puede denunciarlo por ese delito.
Siempre he pensado que Morales es un psicópata político. Hay dichos suyos que comprueban su cobardía y estado mental. Entre otros: “Tener relaciones con la Embajada de Estados Unidos es como una caca”; “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Cuando los hombres comen pollos tienen desviaciones en su ser de hombres”. Pero sus frases misóginas demuestran su miseria moral: “Mujeres ardientes, Evo presidente”; “mujeres calientes, Evo valiente”; “cuando voy a los pueblos todas las mujeres quedan embarazadas y en sus barrigas dice: ‘Evo cumple’”; “este presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón”; “las ministras andan por los balcones, pidiendo limosna para sus calzones”.
Este es el subversivo Evo, el mismo sujeto que, amparado por Castillo, recorrió el país demandando una asamblea constituyente, la nacionalización de hidrocarburos y la despenalización de cultivos ilegales de hojas de coca. Es el mismo sujeto que sorprendió la buena fe del papa Francisco al obsequiarle una cruz tallada con la hoz y el martillo. O que, en suma, dice ser discípulo de Fidel Castro y de Hugo Chávez y no vacila en respaldar el genocidio ruso contra el pueblo ucraniano, al igual que hacen Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El Gobierno debe declarar persona no grata al representante diplomático de Bolivia en Lima y expulsarlo del país, como hizo con México, y exponer en la OEA la narrativa falaz que difunden los aliados del castillismo.

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