El Universo es abundante por definición, basta con observar el cosmos para perdernos en su inmensidad; los astrónomos estiman que hay aproximadamente 100,000 millones de galaxias y dentro de cada una de ellas gas, polvo y miles de millones de estrellas; también podemos meditar sobre las más de 30 millones de millones de células o las 39 billones de bacterias que tiene el ser humano en su estructura física básica y sorprendernos con los 100 millones de átomos que se encuentran dentro de cada célula; sin duda, las cifras hablan por sí solas; tanto el macrocosmos como el microcosmos, tienen como fundamento la abundancia.
En el mundo espiritual las dimensiones son irrelevantes porque el Espíritu en sí, es invisible, es ilimitado, se manifiesta de múltiples modos con creatividad absoluta, exenta de parámetros, figuras, medidas y plazos; así es como se canaliza la energía de la forma y también de la no forma, de manera espontánea, permanente, libre y flexible.
Muchas veces debido a los paradigmas dominantes creemos que la abundancia es únicamente riqueza material, dinero y opulencia y solo miramos de reojo el verdadero patrimonio esencial, el milagro de la vida que es el auténtico testimonio de la prosperidad y la abundancia con la que actúa el Universo condensada en una unidad, tu ser único.
Cuando hacemos consciente nuestra inmensidad, nos rendimos ante la majestuosidad de la creación; todo tiene un orden, cada elemento tiene una función, todo está interrelacionado; todo cumple un propósito, la casualidad no existe, la causalidad es interactiva y permanente y la sincronicidad como expresión de la perfección comienza a ser perceptible.
Tú no eres una partícula de la infinitud, eres una onda de la creación; no eres una parte diminuta del todo; eres el Todo.
El hecho de que nuestra mente limitada no pueda advertir o que nuestros sentidos básicos no sean capaces de percibir la presencia etérea del espíritu, no es evidencia suficiente para negar la existencia del portentoso elemento invisible, la trascendencia de lo no manifestado y sus atributos sorprendentes, como su inmortalidad, su invisibilidad, su indivisibilidad, su poder absoluto, su amor incondicional, la energía pura que inspira la vida, energía que no se crea ni se destruye solo fluye, se transforma, ascendiendo y trascendiendo.
Nos convertimos en lo que pensamos; si tenemos claro el origen y fin de nuestra existencia, podemos comenzar a fluir en términos de abundancia; por ejemplo, pensar en grande, albergar sueños inmensos, cultivar ideales trascendentes, ayudar sin esperar nada a cambio, regalar sonrisas, abrazos y afecto, darnos y compartir; son acciones que están a nuestro alcance, que no cuestan nada y que pueden ser portadoras de nuestra generosidad sin límites; cuando alimentamos al universo con generosidad lanzamos ondas y vibraciones positivas que en algún momento y lugar regresará a nosotros y nos procurarán bienestar, plenitud y paz.
Si nos enfocamos en la escasez y la carencia; es probable que atraigamos para nuestra vida dificultades y limitaciones.
La vida es una expresión biológica de abundancia; la naturaleza es un escenario maravilloso lleno de recursos; el universo es un entorno externo perfecto donde prima lo imprevisible, lo inimaginable y lo ilimitado, es un lugar de luz infinita, productor y canalizador de energía vital sistemática.
La semilla de la prosperidad se activa con tu actitud frente a la vida, más allá de la circunstancia que te toque afrontar, tanto tus éxitos como tus fracasos están repletos de lecciones que nos permiten crecer y madurar; si te levantas por encima de tus límites físicos, mentales y emocionales y te das la oportunidad de vivir intensamente desde la espiritualidad; entonces habrás activado tu ser esencial que es tan omnipresente, omnisciente y omnipotente como el Dios del Universo, creador de los cielos y la tierra y de todo cuanto existe.
Recuerda que tú eres una semilla única y generosa del Universo, eres una semilla sembrada en el jardín de la abundancia para aprender, mejorar y evolucionar. Vive, brilla, alumbra, florece y trasciende; que la sobreabundancia y la prosperidad te acompañen siempre.
