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LEALTAD

Escribe: Francisco Diez-Canseco Távara (*)

 

En el Día de la Madre he querido hablar de la lealtad no sólo por las razones expuestas sino porque, de una u otra manera, este es también y esencialmente un día en el que ponemos en evidencia la lealtad con esas damas que todo nos dieron

 

Si algo procuró enseñarme mi madre desde muy pequeño fue el concepto de  la lealtad del cual, en simultáneo, pude beber en una familia donde se practicaba la lealtad a los principios y a las personas enmarcada en el contexto de una actividad política que no vaciló en momento alguno en asumir toda clase de sacrificios para preservar esa  línea ética.
Lo señala con precisión Charles Dickens: ”Los caminos de la lealtad son siempre rectos”. Pero, simultáneamente, suelen ser difíciles y hasta duros como cuando, hace muchos años, un reconocido político, tratando de convencerme de realizar un acto que juzgue desleal, me dijo muy suelto de huesos que la lealtad estaba “pasada de moda”.
Mi vieja siempre fue leal a sus principios, sus ideas y su forma -revolucionaria para su época- de ver la vida. Y aprendimos de ella, con mi hermana Anel, de manera vivencial que la esencia de nuestras existencias se encuentra en esa fundamental lealtad a nosotros mismos que significa, más allá de toda duda y tentación, fidelizar nuestros valores y actuar en consonancia.
Se afirma, con variantes, que es fácil ser revolucionario a los 20 años y muy difícil serlo para toda vida. Lo mismo ocurre con los principios: suelen irse degradando con el curso de los años, con los golpes de la vida porque, como afirma Pascal Mercier, “la lealtad es una decisión, una resolución del alma” que es producto en gran medida de la formación que recibimos de nuestra familia a través fundamentalmente del buen ejemplo que tanta falta hace en estos tiempos procelosos en los que, por ejemplo, el transfuguismo es un “asunto de conciencia” y la lealtad se ha convertido en mercancía con valor de cambio.
Seneca -normalmente atinado- indica que “la fidelidad que ha sido comprada con el dinero puede ser vencida por el dinero”. Ese es el pan nuestro de todos los días en el Perú donde la compra de “lealtades” efímeras y claramente ficticias constituye uno de los elementos centrales de la corrupción sistémica que es hoy parte cotidiana del acontecer nacional y cuya más elocuente expresión se encuentra en la célebre frase “plata como cancha” que evidentemente  le salió del alma a su autor -al contrario de lo que precisa Pascal Mercier-y  ha sido patentada como un credo, como una forma de enfocar la vida sin escrúpulos y basándose en la viveza criolla y la ausencia total de principios.
En el Día de la Madre he querido hablar de la lealtad no sólo por las razones expuestas sino porque, de una u otra manera, este es también y esencialmente un día en el que ponemos en evidencia la lealtad con esas damas que todo nos dieron y nada nos pidieron salvo la satisfacción de ver crecer a sus hijos a la sombra de los principios y el amor al prójimo.
(*)  Presidente de Perú Nacion
     Presidente del Consejo por la Paz

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