MARTILLAZO POLÍTICOOPINIÓN

Perico y el lobo

Como en la fábula de Pedro y el lobo, cuando se miente consuetudinariamente, al final la gente tiende a no creer al mentiroso. En días pasados, la Cámara Peruana de la Construcción, la Federación de Trabajadores de la Construcción y el CONA tuvieron el acierto de organizar una reunión para discutir los alcances de la judicialización de la política y la politización de la justicia, el llamado Lawfare.

La politización de la justicia. | El Periódico de Panamá

hay una marcada politización de la justicia y, en donde, al mismo tiempo, la política se ve también judicializada,

 

Es así como con algunos expositores y otros intervinientes, durante 3 horas, discutieron, debatieron y expusieron diversos aspectos que atañen a nuestra actual realidad, en donde hay una marcada politización de la justicia y, en donde, al mismo tiempo, la política se ve también judicializada, ya que, ambas situaciones son  utilizadas como estilete en la lucha y el quehacer político diario para poder quitarse de encima a los enemigos, con procesamientos fiscales y judiciales muchas veces son absurdos como lo vemos a diario.
Ese fue el tema principal de este debate, sumamente enriquecedor con gran mérito de los organizadores por una convocatoria ecuménica, en donde hubo opiniones de uno y otro lado, de uno u otro sino, escuchando conceptos y opiniones que normalmente a uno de los lados no le gusta, porque son habitúes ejercientes de la intolerancia. Uno de estos trazó una raya en la cancha: de un lado los caviares (ellos), y de la otra la DBA (todos los demás).  Qué expresión tan aguda e inteligente.
Pero la cereza del pastel llegó al final de la conferencia ya que -sin qué ni por qué- uno de los expositores, se levantó y expresó a todos -ya fuera de contexto- su gran temor respecto al posible retiro del Perú del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que se expresa finalmente en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) porque, según expresó, sabía que habían hasta nueve proyectos en el Congreso de la República (CR), para aprobar sendas resoluciones legislativas para conminar a la Presidencia de la República a disponer el retiro del Perú del Pacto de San José.
Esto, en verdad, es una gran y absoluta mentira, porque no es posible que el CR disponga la abrogación de un tratado, o el retiro de un tratado, o denuncia de un tratado; porque eso solo le corresponde a la Presidencia de la República por ser la titular de las relaciones internaciones y de la política exterior del Perú.
Pero Perico también expuso, con notorio desconocimiento que tal retiro es también es un imposible constitucional, porque el Art. 52° de la Constitución, señala que cuando se promueva o denuncie un tratado que afecte derechos fundamentales, tal acto solo será válido si previamente se sigue en el CR el procedimiento de reforma constitucional, nada menos, esto es:  ser aprobado en dos votaciones en periodos parlamentarios  diferentes, cada uno con 87 votos por ser la mayoría de dos tercios que se requiere para la reforma de la Constitución.  En pocas palabras, esto es un absoluto un imposible jurídico.
Tal como están las cosas, nunca será posible que eso se apruebe en el Congreso, tanto por el alto quorum sobrecalificado exigido para la reforma constitucional, cuando porque no hay consenso absoluto para proceder con ese retiro. No nos vamos a retirar, ya que, en la historia del sistema interamericano, solo dos países se han retirado.  Uno es Trinidad y Tobago, al cual mucha gente ni siquiera puede ubicar en un mapa; y, el otro, la actual Venezuela de Maduro, lo que se puede explicar con facilidad.
Esta pequeña digresión fue necesaria para entender por qué los demás países no lo hicieron, puesto que, están fírmeme convencidos en el sistema interamericano de Derechos Humanos que funciona -puntos más, punto menos- como un ente protector de los derechos fundamentales y como un ente cualificado para generar un mecanismo internacional de protección frente a las graves violaciones que pueden ocurrir en un país.
Por cierto que el Perú, desde el actual Ejecutivo, ha anunciado que es una política de Estado mantenernos dentro del Pacto de San José, al punto que el actual Canciller ha señalado que, si bien él tiene una opinión diferente en lo personal, la posición oficial del Estado peruano y de la Cancillería es pertenecer y colaborar con el sistema interamericano. Independientemente de que se promueva alguna reforma puntual para procurar las mejoras necesarias de toda tarea humana.
¿Por qué Perico y el lobo? ¿Por qué se pretende anunciar con gran aspaviento y temor que estaríamos ad portas de salirnos del Pacto de San José?  La respuesta en más bien penosa, ya que, por medio de este subterfugio, verdaderamente se pretende quemar la candidatura de Alberto Borea, destacado jurista y político peruano, quien oficialmente ha sido propuesto por el Ejecutivo peruano como posible Juez de la CIDH.
Entonces, el tema es bien simple, mientras el Perú vay a pedir los votos de los demás países para la elección de un Juez peruano ante la CIDDHH -porque el juez  de la Corte es elegido por la asamblea general de la OEA por los demás países, y lo es a título personal-; mientras la diplomacia peruana va a decir: “Por favor, dame el voto para el candidato del Perú, el Dr. Borea”; en respuesta a ello será: “Pero cómo te voy a dar el voto de mi país, si tu Perú te quieres salir del Pacto de San José”.
Bien dicen los criollos que “El enemigo de un peruano, es otro peruano” y que siempre practicamos el “juego de los cangrejos en un balde”. Es parte de nuestra empequeñecida alma.
La expresión de Perico no fue casual, ni despistada, ni inocente.  Se ha hecho así adrede para hacer creer lo que se sigue diciendo desde un sector caviar de la opinión pública, que nos queremos retirar del Pacto de San José, cuando, al mismo tiempo, de forma contradictoria, estaríamos postulando un juez peruano para la CIDH.

Se quiere engañar a las personas señalando, en una mano, que nos queremos retirar del Pacto de San José, cuando contradictoriamente, al mismo tiempo, en otra mano postulamos a un juez peruano ante la CIDH.

 

Pero -claro- en la Corte ya ha habido jueces peruanos antes. Entonces, ¿cuál sería la diferencia? La respuesta es que Alberto Borea es un jurista de renombre, constitucionalista rankeado y político de polendas, pero no es caviar, y no responde ni al mercado caviar, ni a los intereses caviares.
Por ello, de manera indirecta se pretende quemar, desde el propio Perú, la candidatura de un juez peruano, porque no corresponde a concepción ideológica del sector que lo recusa. Una vez más vemos cómo para ese sector de gente, la ideología prevalece más que la propia nacionalidad, más que el país, o que nuestra propia historia.
Un claro ejemplo ocurrió antes con el expresidente Castillo, cuando pretendía regalar territorio peruano a Bolivia, yendo contra la propia heredad protegida por la Constitución y sin tener ninguna una obligación jurídica o política para hacerlo, salvo la afinidad ideológica con el actual gobierno boliviano.
Esa es la historia actual, esa es la fábula actual de “Perico y el lobo”. Se quiere engañar a las personas señalando, en una mano, que nos queremos retirar del Pacto de San José, cuando contradictoriamente, al mismo tiempo, en otra mano postulamos a un juez peruano ante la CIDH. El objetivo: quemar esa candidatura.
El juego está claro, por eso es que al final, en la fábula real, Perico y el lobo, ya no tienen credibilidad ni verosimilitud en la gente, que ha terminado por ya no dar crédito alguno a las manifestaciones adrede exageradas de todos los pericos de nuestra fauna política.

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