ninguna carta magna cambia una realidad social menos una tan compleja y traumatizada como la peruana sumida en una crisis multiforme que desde hace un año no deja de profundizarse.
Cuando el gobierno estaba en su peor momento cambió su estrategia y lanzó su arma más mortífera para imponer la agenda política. Disminuyeron hasta desaparecer los cuestionamientos de vacancia, corrupción, ineficiencia, desgobierno y conflictos sociales. Con el anuncio presidencial para convocar un referéndum que consulte a los ciudadanos si quieren una nueva Constitución, el gobierno logró imponer la agenda y todo el mundo se pregunta si ya ingresamos a un momento constituyente o estamos jugando con los destinos del país en torno a una fantasía, la que pinta a la constitución como el hada madrina que cambiará la realidad con un movimiento mágico.
Esta falacia inducida por el gobierno de Pedro Castillo y sus seguidores es muy peligrosa, ninguna carta magna cambia una realidad social menos una tan compleja y traumatizada como la peruana sumida en una crisis multiforme que desde hace un año no deja de profundizarse. Mientras eso sucede no avanzamos hacia ningún destino claro, estamos en plena incertidumbre que se refleja en el alza del dólar mientras debatimos cómo será la consulta popular la ineficiencia tiene un correlato que es el grito de que se vayan todos. Ya hay pedidos de elecciones anticipadas debido al hartazgo del juego político que despinta al Ejecutivo y al Legislativo por igual. Y el telón de fondo es la carestía y el alza de la gasolina.
Vamos a un plebiscito, a una consulta ciudadana no recogida en la Carta de 1993, no a un referéndum. Y el Congreso no reacciona ni cuando en sus predios estalla una megadenuncia como la de Karelim López que pinta a quien personifica a la nación como cabecilla de una mafia. No hay reflejos políticos frente a esto y la zozobra crece mientras las energías del país están puestas en una discusión que solo distrae y no lleva a nada. Ni para atrás ni para adelante hacia el fondo.