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POLÍTICA EXTERIOR: UN AÑO ERRÁTICO

Por Luis Gonzales Posada.

Cumplido el primer año del gobierno de Pedro Castillo, podemos aseverar que su política exterior ha sido opaca, errática y opuesta a los principios rectores de Torre Tagle.

La debacle comenzó con la designación del primer canciller, el ex guerrillero Héctor Béjar, que renunció a los veinte días de conocerse un comentario suyo afirmando que Sendero Luminoso fue obra de la Marina de Guerra y de la CIA, declaración que motivó protestas de las Fuerzas Armadas, comunicados y marchas de efectivos de la Armada en situación de retiro.

Luego vinieron inapropiados nombramientos de embajadores políticos que incumplían requisitos exigidos por la Ley del Servicio Diplomático. El primero fue Richard Rojas, rechazado por el gobierno de Panamá, que después resultó incluido en una denuncia del Ministerio Público por financiamiento ilegal de su partido, Perú Libre, hecho que frustró su enroque a Venezuela.

Pero no fueron las únicas designaciones observables. También recordamos el nombramiento a Suecia de Eliseo Soria Reátegui, que no obtuvo el beneplácito del país receptor y más tarde de su hermana, Isabel Soria Reátegui, designada a Noruega, a pesar de su absoluto desconocimiento en asuntos internacionales. Su currículum vitae, en efecto, sólo consigna que es “técnica en industrias de vestido”, con estudios no concluidos de arquitectura y “haber aprobado un taller de anfitriona y etiqueta de mesa, un curso de extensión de pestañas “3D” y otros relacionados a moda y confección”. (EC/09/05/2022)

Esas anomalías, sin embargo, contaron con el respaldo de los cancilleres Oscar Maúrtua y César Landa, que parecen no haber leído la Ley 28091, norma que establece que solo pueden ser embajadores políticos aquellas personas que “posean capacidad y versación notorias” y por “prestar o haber prestado destacados servicios a la Nación”, requisitos que no cumplían los funcionarios propuestos.

Pero esos fueron pecados veniales, al igual que Castillo diga en la Cumbre de las Américas que California y Los Ángeles eran naciones o creyera que Tarapacá pertenecía al Perú, cuando es parte de Chile desde el Tratado de Ancón de 1883.

O, más aún, cuando expresó que le había gustado la transferencia del hermano Santiago con Gabriel Boric, en vez de decir Chile. Peor aún, cuando en una célebre entrevista en CNN abrió la posibilidad de consultar al pueblo peruano para darle una salida a Bolivia por nuestro territorio.

Lo grave han sido los pecados capitales –tema que nos ocuparemos el próximo sábado–, comenzando por permitir que el exmandatario boliviano Evo Morales viniera varias veces al país para entrometerse en asuntos internos.

Lo recibieron con alfombra roja, ofrecieron banquetes y seguridad, que el líder cocalero aprovechó para hacer campaña a favor de una Asamblea Constituyente, para legalizar el cultivo de la hoja de coca y la nacionalización de hidrocarburos y, finalmente, pretender utilizar el Cusco para una cumbre de los llamados pueblos originarios de seis naciones.

Excesos que provocaron una determinante reacción de ex cancilleres y personalidades, que lo obligaron a suspender el evento. Nada ha dicho el gobierno, asimismo, de la infame represión de Evo Morales, de su partido, el MAS y de jueces lacayos, que han condenado a diez años de prisión a la exmandataria Jeanine Áñez, luego de haberla tenido diez meses bajo detención preliminar. Un silencio, sin duda, deplorable.

 

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