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ATAQUE AL PERÚ

 Por Luis Gonzales Posada.

Nadie debe dudar que el Gobierno, y más ampliamente las instituciones que forman parte del Estado constitucional de Derecho, están siendo atacadas no solo por vándalos y subversivos que destruyen aeropuertos, bloquean carreteras e incendian locales, violencia que ha provocado 26 muertos y centenares de heridos, sino también, en el frente externo, por regímenes que integran el bloque del socialismo del siglo XXI.

Sin embargo, el flamígero y mitómano mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), eje de esa estridente y tóxica maquinaria, continúa repitiendo que Castillo fue derrocado por la aristocracia limeña por ser un humilde maestro y campesino, “un golpe del conservadurismo, de los mandamases, que son racistas, clasistas y muy corruptos”.

La prensa mexicana rechaza esas patrañas. En el diario Universal, Jorge Lamónaco, exembajador azteca ante Naciones Unidas-Ginebra y la OEA, señala que “López Obrador trata delicados asuntos internacionales sin filtro alguno, como lo hace en cuestiones domésticas. Quizás en su afán por superarse se metió literalmente hasta la cocina. No se limitó a opinar sobre la decisión del Congreso peruano al declarar la vacancia de la Presidencia, sino que cuestionó la Constitución misma de ese país, a la que calificó de antidemocrática”.

Por esa política agresiva 66.3 % de medios mexicanos se manifiesta negativamente sobre AMLO. En esa línea, recientemente 180 mujeres y hombres de prensa publicaron un comunicado expresando que “prácticamente todas las emanaciones de odio – calumnias y diatribas – contra los periodistas se incuban, nacen y se esparcen en Palacio Nacional”, recordando que desde que comenzó la administración de AMLO, el 1 de diciembre del 2018, más de 30 periodistas han sido asesinados y que se registran 169 mil homicidios, un macabro récord histórico.

Su narrativa victimizando a Castillo, empero, la difunden, coordinadamente, Bolivia, Colombia, Argentina, Honduras, Nicaragua y Cuba.

Miguel Díaz-Canel, gobernante de una isla donde el partido comunista controla el poder desde hace 63 años, ha tenido la desfachatez de afirmar que el depuesto mandatario “ha sido víctima de un proceso dirigido por las oligarquías dominantes para subvertir la voluntad popular”.

El presidente colombiano Gustavo Petro, por su lado, continúa sin rectificar la falaz versión de que Castillo fue detenido “sin juez ni defensa” y el ponzoñoso AMLO persiste en una psicótica escalada injerencista sosteniendo que el Gobierno “quiere imponer por la fuerza a autoridades utilizando al Ejército”. Cuestiona, asimismo, al adelanto de elecciones y ataca a Estados Unidos porque “en lugar de respetar la voluntad del pueblo y al presidente electo de manera democrática ha avalado toda la maniobra truculenta para destituirlo”.

Ante esta ofensiva ponzoñosa, que presenta a victimarios como víctimas, debemos responder unitariamente porque están en juego principios y valores democráticos, cuando no el prestigio de la nación.

La forma de hacerlo es no callar y una estrategia podría ser que representantes del Ejecutivo y/o del Congreso viajen al exterior para ofrecer amplia información a medios de prensa, legisladores y políticos de lo que realmente sucede en el Perú. Más aún, la Cancillería debería gestionar una sesión del Consejo Permanente de la OEA para informar sobre la realidad de la crisis y dejar en evidencia la falsa e infame narrativa que difunden regímenes izquierdistas.

La diplomacia debe expresarse en el ámbito de las comunicaciones, como en su oportunidad hizo exitosamente el presidente Belaunde, en 1981, desplazando misiones políticas a varios países americanos y europeos para demostrar que la causa peruana, en su disputa con Ecuador, estaba amparada en el derecho internacional. Un buen ejemplo a seguir, sin duda.

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