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MISERABLES

Escribe:  Luis Gonzales Posada.

 

Respondiendo a Zavalita, mítico personaje de la novela Conversación en la Catedral, del escritor Vargas Llosa, que preguntaba en qué momento se jodió el Perú, podríamos decir que uno de esos tiempos lo estamos viviendo con la confusa insurrección del sur

 

 

Los sucesos que conmocionan al país se originan con Martín Vizcarra y Francisco Sagasti. El primero, responsable de afectar la independencia del Ministerio Público, maniobrando para que destituyan al Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, como represalia porque el probo magistrado cumplió su deber de informar sobre la existencia de 46 carpetas de investigación por delitos cometidos como gobernador de Moquegua.
 Chávarry fue atacado con saña y defenestrado, pero la historia lo reivindicó en noviembre del 2022, cuando su verdugo Vizcarra es destituido por corrupto y después inhabilitado diez años para ejercer cargos públicos.
Los otros daños causados fueron comprar inservibles pruebas rápidas que provocaron la muerte de millares de compatriotas y disolver inconstitucionalmente el Congreso, con la falacia de la “negación fáctica” a su gabinete. En ambos casos, esas dos instituciones fueron debilitadas y corroídas por la politización.
Sagasti y el Partido Morado, por su lado, impulsaron violentas marchas en Lima, demandando la renuncia del presidente Manuel Merino, que culminaron con su retiro y la muerte de dos manifestantes.
Así escaló Sagasti, oportunista y malévolamente, a la primera magistratura, para después asentarse en el poder responsabilizando a efectivos policiales de esas muertes, sin presentar alguna prueba, a la vez que cesó a 19 prestigiados generales, desestructurando una institución clave para luchar contra la delincuencia y el terrorismo.
Ahora cosechamos lo sembrado.
Con esos antecedentes el mensaje de odio y vesania, esparcido por  Castillo, Aníbal Torres, Betsy Chávez, Perú Libre y sus barras bravas, calaron en el sur del país, provocando actos de violencia con 48 muertos, decenas de heridos, incendio de locales públicos y privados, bloqueo de carreteras, toma de aeropuertos y actos de perversidad extrema como la muerte de un recién nacido porque no dejaron circular la ambulancia que lo trasladaba al hospital o el acto infame, cobarde, terrorista, cometido por un piquete de miserables que emboscaron una patrulla en Puno, apalearon brutalmente al suboficial PNP, José Soncco Quispe, para luego dispararle y quemarlo vivo.
Resultó sorpresivo, empero, observar los rostros fieros de parlamentarios de izquierda, inconmovibles o indiferentes ante esos hechos de barbarie. Jaime Quito, de Perú Libre, se exhibió como matón de poca monta mostrando un cartel agraviante a los ministros que concurrieron al Congreso. Portaba uno que decía “asesinos, fuera”, mientras lanzaba ofensas de grueso calibre a los integrantes del gabinete y especialmente al premier Otárola.
Wilson Quispe, de la misma agrupación, no tuvo mejor idea que proyectar una dramática coreografía pinchando su brazo para mancharse de sangre, mientras otros gritaban desaforados que renuncie Dina Boluarte, pero ninguno de los iracundos “políticos” protestó por el agente asesinado o por 380 efectivos policiales heridos – 17 de gravedad – con palos, piedras, objetos punzo cortantes, avellanas o armas hechizas.
Tampoco reclamaron por la destrucción de sedes del Poder Judicial, del Ministerio Público y de la Aduana. No les interesó el incendio de la vivienda de su colega de Acción Popular, Jorge Luis Flores Ancachi, en el distrito de Ilave, Puno, cuando ahí se encontraba su familia o el ataque a la casa de su colega de APP, Eduardo Salhuana, en Puerto Maldonado; y, por supuesto, ni una mención al humilde taxista arequipeño que lloraba desconsoladamente porque los sediciosos quemaron su vehículo de trabajo.
Resultó extraño, asimismo, que los flamígeros discursos de legisladores y políticos izquierdistas destacaran su compromiso de luchar contra la corrupción, cuando enmudecieron durante dieciséis meses de gestión de Castillo, que hizo de la coima un estilo mafioso de gobernar, al mismo tiempo que atacaron con saña a la Fiscal de la Nación por abrir proceso al exmandatario chotano.
Respondiendo a Zavalita, mítico personaje de la novela Conversación en la Catedral, del escritor Vargas Llosa, que preguntaba en qué momento se jodió el Perú, podríamos decir que uno de esos tiempos lo estamos viviendo con la confusa insurrección del sur, pero que saldremos fortalecidos si aprendemos que el odio, la maldad y la violencia solo destruyen una nación que debe avanzar concertadamente y en paz.

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