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¿LOS CAVIARES TIENEN UNA CULTURA SUPERIOR? ¡VAYA!

Escribe: Víctor Andrés Ponce

 

La soberbia como vástago de los nuevos oscurantismos

 

 

Una terapeuta mediática acaba de sostener una tesis que debería grabarse en madera resistente a la humedad para demostrar la soberbia ante la falta de información que suelen aparecer en los debates sociales. Acaba de señalar que la cultura de un caviar en el Perú, es decir de un progresista, es superior a la de cualquier representante de la derecha.
Cuando la terapeuta menciona a la derecha parece referirse a los políticos y los partidos no comunistas que aparecieron luego del fujimorato. Y cuando menciona a los caviares parece referirse a los personajes que salen en los rankings nacionales que se publicitan en los medios. No obstante hablar en esos términos sobre “la cultura”, un concepto que lo abarca todo y la vez nada, es como discutir sobre los conocidos concursos de belleza.
En medio de la amplitud del concepto queremos asumir una aproximación grave para reflexionar sobre la posible superioridad cultural del caviar. Tratemos de hablar de los horizontes culturales que marcan una época, no obstante que un artículo periodístico es muy breve, muy humilde, para contradecir la sentencia casi pontifical que se lanza desde los predios caviares. De allí que tomaremos el siglo XX para analizar la superioridad del caviar.
La Generación del Novecientos organizó un horizonte cultural para el Perú que sigue dejando huella en el debate. Allí están los textos y tesis de gigantes como José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde y Francisco García Calderón, que hoy podrían ser calificados como anticaviares. Los mencionados intelectuales pensaron en la construcción de la peruanidad a partir de la realidad contradictoria de un país, con una mayoría andina excluida y una minoría criolla que concentraba el voto y la propiedad. Pasan los años y sus textos y sus tesis se engrandecen y ganan actualidad.
Luego apareció la Generación del Centenario, entre ellos Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez y también José Carlos Mariátegui. Más especializados y menos enciclopédicos, serían difíciles de calificar como caviares o anticaviares. Con el transcurso del tiempo, excepto las obras de Basadre y Porras, sus textos y tesis han envejecido.
De alguna manera toda la política del siglo XX se alineó bajo estos dos horizontes culturales que pretendemos reseñar. Sin embargo, el siglo XX tuvo dos grandes que, precisamente, la mezquindad caviar pretende desconocer.  José Matos Mar con Desborde popular y crisis del Estado y Hernando de Soto con El otro sendero y diversas investigaciones del Instituto Libertad y Democracia, fueron capaces de describir los fenómenos sociales de las migraciones, el vaciamiento poblacional de los Andes y el surgimiento de una emergencia popular en las ciudades que derribaron para siempre las murallas que dividían al mundo andino de las sociedades criollas de la costa.

¿En dónde está el texto caviar que pueda sobrevivir ante los mandatos inapelables del tiempo? No hay. Todo es marketing.

 

Matos Mar apostó por una visión colectivista de esa emergencia popular. Pero los caviares lo silenciaron y pretendieron reemplazarlo por Julio Cotler, un intelectual de fuste, pero cuyos textos envejecieron y pasaron al olvido por el exceso de influencia marxista y menor vinculación con los hechos. De Soto, por el contrario, definió la emergencia popular como un capitalismo popular y, de una u otra manera, sus tesis seguirán vigentes.
¿Por qué entonces se habla de la superioridad cultural caviar? ¿Acaso porque algunos políticos de la izquierda que fungen de académicos o periodistas se pasean en los medios de comunicación?  ¿En dónde está el texto caviar que pueda sobrevivir ante los mandatos inapelables del tiempo? No hay. Todo es marketing.
No hay, pues, superioridad cultural del caviar, más allá de las estratagemas para conseguir subsidios estatales en la actividad cultural (léase el cine). Lo que sí hay en las derechas es un pragmatismo aterrador y el abandono de las raíces filosóficas que explican la grandeza de Occidente y la cultura de la libertad. Sin embargo, ya empiezan a cambiar las cosas.

TOMADO DE: El Montonero

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