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FLEXIBILIDAD LABORAL PARA CREAR EMPLEO Y FORMALIZAR EL TRABAJO

En el Perú la narrativa marxista acerca de que el trabajador crea la riqueza y el empresario se dedica a la explotación, a extraer la plusvalía, es una historia que suelen repetir los políticos, los intelectuales y los medios de comunicación. Semejante fábula sigue presente, no obstante que el siglo pasado los ex países de la Unión Soviética fracasaron de principio a fin aplicando el criterio marxista: las empresas soviéticas de “los trabajadores” se convirtieron en las mayores fábricas de pobreza de la humanidad.

Una de las diferencias entre el desarrollo y los países condenados a pobreza

 

La historia de los últimos siglos ya ha dejado en claro que solo los innovadores, los empresarios, producen riqueza, y que una apuesta diferente solo genera pobreza. Por estas razones, únicamente las sociedades que han legislado a favor de la empresa –es decir, los países procapitalistas– son los que han logrado derrotar la pobreza y alcanzar el desarrollo.
Uno de los campos en donde se grafica esta realidad es en las legislaciones laborales. En los países desarrollados se fomenta la flexibilidad laboral plena en los contratos de trabajo y los resultados son incuestionables: las inversiones se multiplican creando tal cantidad de trabajo que se llega al pleno empleo. Los salarios no cesan de subir y los trabajadores comienzan a decidir con quién y a qué hora trabajar. Y lo más paradójico: los trabajadores con legislaciones sin flexibilidad laboral suelen arriesgar sus vidas para migrar a los países con libertad en los contratos de trabajo.
En el Perú, en el terreno laboral, las cosas avanzan en contra del desarrollo, porque las fábulas marxistas y populistas tienen arrinconados a los políticos, incluso a quienes pelean contra los proyectos bolivarianos. Uno de esos ejemplos que parece resumirlo todo es la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria (Ley 27360) que consagraba un régimen de flexibilidad laboral en los contratos de trabajo. Unas decenas de violentistas bloquearon la carretera Panamericana Sur y todos los políticos se allanaron a la derogatoria de una de las mejores leyes económicas de la historia republicana.
Con la vigencia de la Ley 27360, la Constitución de 1993 y los 22 tratados de libre comercio, las agroexportaciones crecieron de US$ 651 millones a más de US$ 10,000 millones y los contratos formales aumentaron de 460,000 –entre directos e indirectos– en el 2004 a más de un millón en la actualidad. Igualmente, en dos décadas se captaron más de US$ 20,000 millones en inversiones y la pobreza en las regiones agroexportadoras bajó debajo de la media nacional. En el caso de Ica se redujo a menos de 6% de la población, cuando la media nacional está en 27.5%.
La Ley de Promoción Agraria era una norma abiertamente pro-empleo. Las empresas agroexportadoras, aplicando la flexibilidad laboral y reconociendo todos los derechos sociales de la ley, llegaban a contratar entre 10,000 y 15,000 trabajadores por campaña (siembra, cosecha y mantenimiento).

 

Durante el Gobierno de Pedro Castillo se promulgaron decretos laborales que promovían la llamada “guerra de clases”,

 

Cuando la Ley 27360 alcanzaba semejantes logros los economistas y especialistas llegaron a sostener que la referida norma debería convertirse en la base de la gran reforma laboral que necesita el Perú. Sin embargo, se avanzó por el camino contrario. Durante el Gobierno de Pedro Castillo se promulgaron decretos laborales que promovían la llamada “guerra de clases”, a través de la sindicalización artificial y el libertinaje en el derecho de huelga. Luego del golpe fallido de Castillo, las normas promulgadas por la administración de Perú Libre siguen vigentes y nadie se atreve a derogarlas. Igualmente, nadie osa plantear la urgencia de restablecer la plena vigencia de la Ley de Promoción Agraria.
En materia laboral, pues, avanzamos en contra del desarrollo y de la realidad. Preferimos la proclama formal de derechos al margen de la productividad de las empresas y la economía, preferimos seguir declarando que los trabajadores crean la riqueza y son explotados, no obstante que la informalidad (más del 75% de los trabajadores) y la pobreza se multiplican y comienzan a ahogar a toda la sociedad.

TOMADO DE: El Montonero

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