AMÉRICA LATINADESTACADASECONOMÍA

EL AJUSTE EN ARGENTINA Y LAS REFORMAS DE SEGUNDA GENERACIÓN EN PERÚ

El plan económico de Javier Milei, más allá de la dolarización y la eliminación del Banco Central, tiene que construir una macroeconomía responsable, tal como sucedió en el Perú de inicios de los noventa. Al igual que el Perú de entonces, la Argentina de hoy tiene un gasto estatal que sobrepasa largamente su volumen de ingresos tributarios y que se convierte en la fuente del déficit fiscal, de la inflación y de la posibilidad aterradora de la hiperinflación, que acabaría con las posibilidades de éxito de Javier Milei. El déficit que genera el gasto del Estado en Argentina solo puede ser cubierto con más endeudamiento y la emisión inorgánica de billetes, que empobrece a los argentinos.

Las diferencias de los retos en la economía argentina con la peruana

 

Argentina entonces tiene que avanzar hacia el shock económico que padecimos los peruanos a inicios de los noventa, con todo el sufrimiento y el dolor que genera. Eliminar los diferentes tipos de cambio para dejar que el dólar flote de acuerdo al mercado y reducir la planilla estatal, retirar subsidios, cerrar con candado la posibilidad de emisión de billetes y gestionar responsablemente el pago de la deuda son las claves de ese ajuste y la construcción de una macroeconomía responsable. Sobre esas bases, al igual que el Perú, será posible liberalizar el comercio exterior, desregular precios y mercados en todos los sectores económicos, privatizar empresas y construir un Estado que cumpla un papel subsidiario del sector privado, tal como sucede en todas las economías que han alcanzado el desarrollo.
Sin lugar a dudas, el ajuste y las reformas en Argentina representan una gesta épica, por las resistencias y los costos que generarán. Si se avanza en esa ruta la reconstrucción de Argentina habrá empezado y la gestión de Milei se convertirá en un paradigma planetario. Ajuste y reformas con democracia es una de las mejores noticias en los países emergentes.
En el Perú la macroeconomía responsable y las reformas de primera generación –que se deben concretar en Argentina– todavía permanecen vigentes pese a la hegemonía progresista de las últimas dos décadas que sobrerreguló y burocratizó el Estado –lentificando el crecimiento– y no obstante también el gobierno bolivariano de Pedro Castillo, que frenó en secó la inversión privada y desató la mayor fuga de capitales de la reciente historia. En ese contexto, las reformas que necesita el Perú son de otro tipo, de otra naturaleza. No tienen el efecto social ni el sufrimiento que genera cualquier ajuste económico.
Por ejemplo, el país necesita acabar con el Estado burocrático que ha sobrerregulado los ministerios y los gobiernos subnacionales, de tal manera que los criterios desreguladores de la Constitución de 1993 y los 22 tratados de libre comercio se han convertido en letra muerta. Hoy el Estado es enemigo de la inversión privada y es fuente de informalidad y pobreza. Igualmente, en ese camino de reformar el Estado, el país debe avanzar hacia una reforma tributaria y laboral en que se simplifique el cobro de los tributos, se rebaje impuestos y se liberalicen los contratos de trabajo, tal como sucede en cualquier país desarrollado.
Sobre esa base, las reformas de segunda generación en el Perú deben proponerse construir y desarrollar el capital humano de la sociedad a través de reformas integrales del sistema educativo y del sistema de salud. Es imposible diversificar la economía, ubicarse en las grandes tendencias de la IV Revolución Industrial y de la digitalización sin tener una fuerza laboral calificada para disputar en la globalización. Allí reside la gigantesca importancia de la educación y salud y que, en gran parte, explica el despegue de Corea del Sur y de los tigres de Asia.
Finalmente, así como nos proponemos reformar las infraestructuras institucionales y legales a través de la desburocratización del Estado y las reformas tributarias y laboral, igualmente tenemos que proponer resolver todos los problemas de infraestructuras físicas que impiden el crecimiento: falta de carreteras, puertos, aeropuertos, conectividad, escuelas, hospitales, sistemas de agua y desagüe.
Como se aprecia, las reformas en el Perú no representan el costo y la tensión social que se puede desatar en Argentina. De allí que las reformas de segunda generación del modelo peruano, que relanzarán el crecimiento y la reducción de pobreza, tengan una enorme viabilidad. ¿Qué esperamos?
TOMADO DE: El Montonero

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *